El Auge de los Señores de las Runas_26 de Rova del 4707

 26 de Rova del 4707

    Voy a escribir brevemente mientras desayuno, no vaya a ser que pase algo y... Qué pesimista estoy, pero no es para menos.
    Yo hoy me había levantado de la cama de un salto pensando en la emoción de ir de excursión a la Floresta Garrapata en busca de la X del mapa, pero según he puesto un pie en la escalera para bajar al comedor, me he temido que algo malo pasaba: el delicioso aroma que siempre sube desde las cocinas a las habitaciones no ha llegado a mi. He bajado corriendo y Volgo y Henry ya estaban allí, hablando con Bethana, la camarera, que nos ha dicho que Ameiko no está ni ha pasado la noche allí. Ha encontrado una carta en su habitación escrita por su hermano en la que le pide que se reuniese con él.

    Por lo visto, Tsuto, el hermano de Ameiko nació en el 4688, un año antes que ella, y le mandaron fuera de la familia por ser un bastardo (es semielfo). Por si esto fuera poco, Ameiko no supo nada de él hasta que años más tarde él volvió. Discutieron mucho hace dos años y él llegó a pegarla, pero Bethana no sabe por qué, Ameiko nunca se lo ha contado. Tras esto, Ameiko se fue de Punta Arena durante un año y volvió para el funeral de su madre y desde ese día regenta esta posada y taberna. Tsuto también estuvo en el funeral, de hecho, todo el mundo se enteró de que estuvo aquí ese día, pues echó en cara al padre de haber tirado a su madre por el acantilado, responsabilizándole así de su muerte. Y volvió a marcharse. Hasta ayer, parece ser. 
    ¡Por lo que leemos en la carta, parece que Tsuto cree que su padre está relacionado con los ataques goblins! La verdad es que el contenido de la carta es breve, pero intenso.
    Así que nada de excursión por hoy. Cambiamos de planes de nuevo: iremos a buscar a Ameiko.

   Ya de vuelta a mi habitación en el Dragón Oxidado puedo reposar (cuerpo y mente, porque vaya palizas nos hemos llevado) y, si el hombro me lo permite (los flechazos que he recibido me han dejado algo tocada), podré acabar de escribir qué ha pasado hoy:
    Cuando esta mañana he soltado la pluma para que fuésemos a buscar a Ameiko, no me imaginaba ni por asomo lo que nos íbamos a encontrar en la fábrica de vidrio. Estoy muy cansada para escribir con remilgos y, ya que este es mi diario, me voy a desahogar un poco:
Para empezar, los vecinos o son tontos o están compinchados. Al llegar a la fábrica, nos dice un vecino que lleva dos días cerrada, que los trabajadores no suelen salir porque viven allí (y luego nos quejamos nosotros de la Cofradía...) así que no es muy raro, pero que a Longinus hace también ese tiempo que no se le ve. Se ve que sale humo de las chimeneas, por lo que tiene pinta de que se está realizando la producción como es habitual. Cuando preguntamos si es normal que Longinus se quede dentro y ausente tanto tiempo, nos dicen que alguna vez lo ha hecho para un gran proyecto, pero que hacía mucho que no. Parece ser que nadie ha ido en busca de este señor, así que no debe ser muy agradable en general en el pueblo. En fin, nos hemos puesto a dar vueltas alrededor de la fábrica buscando una entrada abierta o disponible para poder entrar, pero no la había. Lo único que hemos conseguido es que una vecina sospechase de nosotros y no parecía convencerle que le hayamos ido con el pretexto de que estábamos buscando al dueño en la fábrica que dirige... Para no alterar a nadie, nos hemos ido a buscarle a su casa donde el jardinero prácticamente nos ha mandado de vuelta a la fábrica diciéndonos que Longinus llevaba ausentado dos días sin pasar por allí. Viendo que los protocolos de llamar, pedir cita, etc no se llevaban mucho por allí, decidimos colarnos. Preparé rápidamente un vial de ácido para debilitar la cerradura y Volgo la abrió con facilidad (me ha quedado pendiente comprarme un kit con herramientitas para estas cosas, que no se me olvide mañana).
    La fábrica estaba toda apagada y con las puertas de las salas interiores cerradas. Escuchamos ruido en la primera sala que encontramos y, por precaución, abrí un poquito y asomé la cabeza... No tengo palabras para expresar lo que sentí al mirar al interior. Era la sala de los hornos. Seguía saliendo humo por las chimeneas porque estaban todos encendidos, pero los trabajadores estaban muertos. Todos. Todos y cada uno de los trabajadores muertos. Mis ojos se pasearon por la sala y yo solo veía a personas descuartizadas, quemadas, desmembradas, abrasadas... Ni una quedaba viva. Y todo por pura diversión de los goblins que estaban dando brincos, chillando y riendo usando los cuerpos o los trozos que quedaban de ellos para... ¿jugar?
Con toda la voluntad de la que he sido capaz he vuelto a entornar la puerta para contarles a Volgo y a Henry lo que he visto. Hemos decidido de inmediato que debíamos acabar con todas esas criaturas, así que hemos entrado pillándolos desprevenidos y hemos atacado sin dar tregua. He visto a Volgo luchar como nunca, mandoble en mano cortando y destrozando goblins y luchando incluso con sus propias manos cuando se le echaban encima llegándose a ensañar con ellos; los goblins eran presa de una locura mayor de la que les he visto hasta ahora y uno de ellos al que estaba Volgo quemando ha acabado por introducirse él mismo en el horno chillando como si no quedase resquicio de cordura en él; Henry les ha atacado con sus conjuros, impasible, con su calma y precisión habituales y ha demostrado lo increíble protector nuestro que es poniendo su escudo por delante y curándonos cuando se nos iba la vida, literalmente, en esta pelea. Yo... He hecho lo que he podido con la ballesta pesada. No se me ha dado mal, la verdad. Y también me he apañado con mis viales de fuego alquimista y de escarcha. Reconozco que hoy estoy más cerca de entender a mis compañeros de clase (ver cómo estallaba el fuego contra un maldito goblin y le hacía gritar y ver cómo se quedaba quieto para siempre tras congelarlo... Me ha dado mucha satisfacción, he de reconocerlo. Se lo merecen). 
En medio de la pelea, uno de los goblins ha escapado de nosotros gritando "¡jefe!". He estado a punto de ir tras él, pero, la verdad, me ha dado miedo ir sola por el resto de la fábrica. No quería que me pasara como el día que llegamos a Punta Arena, que me dejaron inconsciente y estuve a punto de morir. Aún me dan escalofríos cuando recuerdo eso. 
Tras acabar con los goblins que se han quedado luchando, hemos visto que había un cubo gigante de vidrio y que dentro de este estaba el cadáver de Longinus. Estaba atado a una silla con el cuerpo contraído y el rictus de dolor le había dejado una expresión en la cara... El grito silenciado más espeluznante que he visto en mi vida. Creo que hoy tendré pesadillas.
    Decididos más que nunca a encontrar a Ameiko cuanto antes, hemos salido de allí para buscar por el resto de salas. Como Raíz puede ver en la oscuridad, es él quien nos ha ayudado a orientarnos por los pasillos con sigilo y discreción. Tras barrer la planta baja al completo y no encontrar ni rastro de los goblins, nos hemos temido que nos estuvieran emboscando. Volgo me ha pedido que me haciera pasar por un goblin y gritasr avisando a los demás de que nos ha capturado. Lo he intentado en dos ocasiones, siendo bastante creíble la primera (excepto por el ceceo, que me ha fallado) y excelente imitación la segunda, pero no ha funcionado. La verdad es que he estado un rato preocupada pensando que había olvidado el idioma tras tanto tiempo sin practicarlo, pero al bajar a la siguiente planta me he calmado: no es que no funcionase la estrategia, es que desde donde estaban los goblins tramando no se me oía.
En fin, que me voy por las ramas.
Cuando hemos bajado me han acribillado a flechas. Ni las he oído ni he visto por dónde me venían y ya las tenía clavadas en mis hombros y pecho. Tsuto. Allí estaba. Hemos puesto en el combate todo lo aprendido en la Cofradía y ni siquiera Volgo ha podido con él. Pero me quedo contenta de haberle dado un flechazo que casi lo deja en el sitio cuando ha emprendido la huida. Volgo y Henry estaban enzarzados en el combate con los goblins que estaban por allí y yo he tratado de seguir al semielfo, pero enseguida me he dado cuenta de que no iba a poder, que ya estaba muy lejos. O cerca, pero fuera de mi alcance. Creo que la fábrica tiene accesos que solo él conoce y los está usando para acceder al pueblo y moverse sin ser visto. Ahora puedo escribir tranquila todo esto, pero cuando he desistido de seguirle y he vuelto, me he encontrado a Volgo apoyado a duras penas sobre su espadón y a Henry yaciendo en el suelo con el pecho abierto de lado a lado. El pobre ha gastado todos sus conjuros y pociones en nosotros. Por suerte, yo iba equipada con viales de elixir de la vida y he podido ayudarles a establecerse y estar un poquito mejor. Hemos tenido que salir rápidamente de allí sin Ameiko, asustados de que fuesen a acabar con nosotros los asquerosos goblins.
    Hemos ido a avisar a Cicuta de todo lo que estaba pasando, pero ya se encontraba camino de Magnimar, así que nos ha ayudado otro guardia a llegar hasta el padre Zantus para que nos curase y él ha comenzado a avisar y organizar al resto de la guardia para proteger el pueblo.
   Tras recibir las curas del sacerdote, hemos podido volver a la fábrica y, al fin, hemos rescatado a nuestra querida Ameiko. He pasado tanto miedo y pena pensando en lo sola, triste y asustada que estaría...
    Por suerte, también hemos encontrado unos papeles del hermano de Ameiko, como si fuesen su diario (me sorprende que escriba uno y más con un contenido tan delatador, pero bueno, mejor para nosotros).
    Para que pudiesen atender las heridas de Ameiko, hemos vuelto a la catedral solicitando los servicios de Zantus. Una vez que Ameiko se ha encontrado mejor, nos ha dicho que tenemos alojamiento en su posada de por vida. Me he ruborizado un poco. Nunca nadie me había agradecido nada con tanta generosidad. Los cuatro juntos, hemos podido leer los papeles de Tsuto y enterarnos de que tiene una amada llamada Nualia junto con la que está llevando a cabo toda esta operación de organizar a los goblins y realizar ataques. Parece que ella odia Punta Arena igual o más que el semielfo. Por lo que leemos, parece que ahora es adoradora de Lamashtu y que espera poder hacerse con el control de una criatura poderosa llamada Malfeshnekor. Zantus se ha acercado y nos ha contado que él la conoció: según la recuerda, era una chica que vivía en el pueblo, hija adoptiva del padre Tobyn, que parecía un ángel, una aasimar, amable, buena, tan rubia, blanca, hermosa, pero a la que no trataban bien el resto de niños y niñas y que, semanas antes del incendio, se encerró en casa y no salió más. De hecho, se sorprende que esté viva, pues se pensaba que habían muerto Tobyn y ella en ese accidente.

Ahora entiendo que se llevasen el cadáver de Ezakyen Tobyn. Entre todas las cosas que estarán tramando con criaturas malignas y que era su hija... Qué mal pinta todo esto.
    Además de por todo lo ocurrido, me he puesto bastante nerviosa cuando al llegar al Dragón Oxidado Salelu no estaba y a Kendra no nos dejaban verla. Pese a que hemos insistido en que queríamos verla, nos han dicho que teníamos cita mañana con ella y que no hacía falta tanta prisa. Hemos ido nosotros a buscarla y no le hemos dejado opción para elegir. Salelu estaba con ella así que ya les hemos contado a las dos lo que hemos visto y la situación que nos hemos encontrado. Les hemos expuesto las soluciones que hemos pensado (dónde vigilar y cómo destruir varias entradas para mejorar la defensa y vigilancia). Tras toda la exposición de cómo estamos y qué podemos hacer, le hemos pedido a Kendra que dejase que Volgo se abasteciera con armas de la armería. La mujer ha tenido el descaro de decir ¡que las armas son para la guardia! He visto a Volgo muy contenido, pero esta vez la que no ha querido callarse he sido yo: le he echado en cara que nosotros hemos puesto a salvo a Punta Arena dos veces de dos invasiones. Que, aunque no formemos parte de la guardia, ya hemos dado mejor respuesta que ellos. Lo justo es que nos deje abastecernos para seguir haciendo esas tareas que les benefician a ellos. Ha accedido, pero con una actitud y unos ademanes muy maleducados. Salelu nos miraba como si no entendiese que nos atreviésemos a hablar así. La verdad es que no entiendo que ha pasado en ese despacho, pero de Kendra no me fío y de Salelu... No me queda otra más que fiarme pues es la experta en todo esto y nos ha dicho que mañana nos acompaña a la fábrica de nuevo para seguir investigando y para asegurarla.
    Hemos vuelto a la posada y, ya a solas en mi habitación, me he derrumbado en el suelo. Me duele todo y tengo miedo. Los ratones han salido de mi bolsillo y se ha paseado mordisqueando los muebles. Eso me ha sacado una sonrisa. La vida es complicada, pero también sencilla. Incluso simple. Cada vez estoy más motivada en estudiar medicina. Estoy decidida a seguir especializándome en todo esto. En una batalla no basta con saber curar, hay que ser rápida, eficaz y eficiente. 
    Tengo ganas de que sea por la mañana para poder mirar unas cosas que se me están ocurriendo al respecto...  Me da la tentación de ponerme ya con ello, pero mi maestro de la Cofradía me enseñó la importancia de descansar bien. Así que por hoy, es suficiente.
Me voy a dormir.  Con no soñar con goblins me conformo.

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