El Auge de los Señores de las Runas_01 de Lamashan del 4707

 01 de Lamashan del 4707

    Al despertar no nos hemos entretenido y hemos seguido buscando el piso inferior del que nos habló Orin. Hemos llegado a una zona donde quedaban muchos goblins reunidos, por lo que les he oído conversar, estaban organizándose (o lo que sea que hagan los goblins) para buscarnos y seguían a la espera de más órdenes de Arrancapepitas. He querido continuar la marcha sin llamar la atención, incluso he propuesto que Orin haga el teatro de que nos ha visto huir en la dirección contraria a la que vamos, pero ninguno de mis compañeros ha querido. Casi he suplicado para tratar de convencerles de que dejásemos de matar goblins, se lo merezcan o no, esto es por nosotros, porque nos va a acabar pasando factura. Pero nada, no he convencido a ninguno. Hasta Henry en esta ocasión pensaba como Volgo. En un abrir y cerrar de ojos, Volgo se les ha acercado por la espalda y les ha decapitado con un corte horizontal de su espadón. Hemos recogido la llave que llevaban y yo su arco corto para sustituir a mi ballesta hasta que pueda arreglarla.
    Ha llegado un momento en el que no nos quedaban más salas por registrar,  así que hemos decidido salir hacia la arena principal, donde ayer al llegar nos encontramos a los dos goblins con las cabezas aplastadas por las coces del caballo. Allí, el silencio ha sido sobrecogedor. No se oía absolutamente nada ni a nadie. Se notaba que estaban tratando de atacarnos desprevenidos, me ha impresionado la capacidad de emboscar de los goblins.
    Por un momento nos hemos mirado sin decir nada, creo que todos estábamos pensando en irnos de allí, pero ninguno queríamos marchar sin acabar de inspeccionar la zona de acceso privado de la que nos hablaron ayer los goblins que estaban fuera del fuerte montando guardia sobre los perros. Henry ha sido el que se ha atrevido a proponer que continuásemos con la exploración y, siendo él la voz de la sensatez, nos hemos acabado de decidir por explorar.
    Con todo el sigilo del que hemos sido capaces y casi sin parpadear, hemos ido recorriendo la nueva zona mientras yo iba bloqueando puertas a nuestro paso para que no pudiesen encerrarnos y atraparnos por todos los flancos. Al llegar a la sala del trono tres goblins hablaban de que les habían dejado allí en vez de llevarles. No hemos podido saber si se referían a Arrancapepitas o a quién ni cuál era el lugar al que les podían haber llevado porque ha sido imposible hablar con ellos. Han dado la voz de alarma (según Henry y Volgo por mi culpa ya que he intentado hablar con ellos y conseguir información, según yo porque ellos se han empeñado en entrar en primera instancia cuando yo propuse encerrarles allí y seguir). En fin, sea como sea, a partir de aquí la cosa se ha descontrolado. Ha sido todo una locura. Un caos. Un horror. Le han prendido fuego al fuerte y hemos escapado. Nos han acorralado prendiendo fuego a la torre donde hemos acabado, así que hemos huido de allí, pero ellos no podían salir y se han empezado a quemar. Aún oigo sus voces gritando de dolor...
El fuego se ha expandido sin control.
Orin se ha ido sin esperar a nada ni a nadie. Volgo ha tratado de salvar al caballo, pero no había manera de sacarlo sin atravesar el fuego y quemarse y la única zona de escape segura era un muro, así que ha tenido que sacrificarlo.
La mayor parte del fuerte, al menos la de la planta baja y las superiores estaban hechas de madera, así que todo ha ardido a gran velocidad. Henry y yo hemos pasado unos minutos horribles esperando que volviese Volgo de las cuadras y viendo como Orin corría a lo lejos.
    Con el corazón en un puño y las voces de los goblins resonando a lo lejos, hemos cruzado el puente de vuelta y hemos llegado de nuevo a la zona de bosque de Cima del Cardo. Allí, nos hemos detenido a explorar mejor ya que al venir no pudimos. Hemos encontrado un pequeño enclave goblin, más bien un lugar donde los tenían retenidos. He hablado con ellos y me han contado que ha sido Arrancapepitas el que les ha sacado de sus tribus originales y les ha llevado allí. He conseguido que tres confiasen en mi lo suficiente como para que les escoltásemos hasta la pradera y desde allí han huido. Espero que no ataquen Punta Arena de nuevo, ni ellos, ni los que se han quedado donde estaban. Me han dado mucha pena, son seres malvados, pero estaban muy asustados. Me gustaría poder recabar más información y poder entender qué se traen entre manos exactamente y cómo están usando a los goblins para ello.
    Mientras volvíamos a Punta Arena, yo estaba pensando, para tratar de animarme: «ya queda poco, vamos, que ya pronto vamos a llegar». Pero estaba claro que no. Debería haberlo visto venir. Estábamos caminando entre la maleza cuando, de frente, se nos ha echado encima un hombre a la carrera gritando "¡que vieneeeeeeee!" Y, sin casi poder reaccionar, nos hemos visto peleando con un monstruo enorme. Por suerte, he podido reconocer qué criatura era: un basilisco. Qué miedo da verlos en persona, son majestuosos y terribles, mucho más de lo que prometen las ilustraciones de los libros.
He avisado a Volgo y Henry de que no había que mirar a los ojos al basilisco, pero no he llegado a tiempo de advertir a nuestro bárbaro, que ya se había empezado a convertir en piedra. Ver la transformación ha sido algo aterrador y, por un momento he temido volver a perder los papeles, aunque he conseguido seguir luchando. De los nervios, no he dado ni una con el arco ni con las bombas de fuego alquímico que le he tirado. Cuánto desperdicio... Por suerte, Henry ha luchado intachablemente: con su conjuro de flecha ácida, flechazo a flechazo ha ido dirigiendo los disparos a zonas claves de la criatura hasta que ha acabado con su vida.
Nos hemos acercado atemorizados a Volgo y, mientras mirábamos su cuerpo convertido en estatua, de algún lugar recóndito de mi cerebro ha aparecido una anotación escrita en tinta en el margen de alguno de los libros que Brodart me ha dejado: "¿la sangre como antídoto? ¿Mito o realidad? Hipótesis pendiente de validación". He comenzado a echar la sangre que manaba del basilisco por el cuerpo de Volgo. He bañado su cuerpo por completo y, cuando estaba a punto de rendirme pensando que no funcionaba, que la hipótesis iba a ser refutada, sus dedos se han movido. ¡Hace falta cubrir hasta el último resquicio de superficie del cuerpo para que el efecto se revierta! ¡He salvado a mi amigo y he hecho un descubrimiento científico! No quepo en mi de alegría. He recogido varias partes del cuerpo del basilisco con ayuda de Henry y Volgo, sobre todo ha hecho falta la fuerza de Volgo para arrancar alguna que otra garra. También he cogido carne: el cocinero Tolz me contó una noche que es un manjar, así que quiero comprobarlo por mí misma.
    Cuando íbamos a reemprender la marcha, de unos matorrales, ha salido el tipo que huía hacía unos instantes. Se ha presentado como Truston Lerton, comerciante de pieles camino de Magnimar. Nos ha dicho que ha perdido a todo su grupo en una emboscada. Como la lluvia no tenía pinta de amainar sino todo lo contrario, nos ha dicho que iba en busca de una taberna con alojamiento, pero que se había perdido entre la oscuridad. Ha sacado un mapa y, aunque me ha sorprendido que hubiese una posada aquí en medio de la nada, nos ha parecido buena idea acompañarle y poder descansar allí. La verdad es que volver a Punta Arena empezaba a parecer cada vez más agotador por hoy.
    Al entrar en la taberna, nos ha acogido el calor del lugar, aunque el sitio es muy lúgubre y austero: una sala amplia de madera con una barra con el posadero tras ella, ventanas sucias sin cortinas, un tablón de anuncios y varias mesas con sus duros bancos. Pero era un sitio seco. Y caliente. Así que he saludado al dueño y a una mujer que estaba sentada al fondo, muy guapa y muy maleducada (no me ha devuelto el saludo), y me he dejado caer en uno de los asientos.


Me habría gustado que hubiéramos llegado a Punta Arena de madrugada. Quería poder dormir en un sitio conocido, o no tan desconocido, pero bueno, es lo que hay. La verdad, aunque estoy agotada, no quiero ir a dormir. Por eso he alargado de más quedarme sentada en este banco duro acompañada de un tabernero rancio. Porque sé que, en cuanto cierre los ojos, veré las llamas y oiré los gritos. Me gustaría estar en Punta Arena y así poder leer los libros que me dejó Brodart sobre Thassilon y distraerme y, quizás también encontrar respuestas... En fin. Ya no sé lo que digo. Estoy perdiendo el hilo. Henry y Volgo ya han ido a la habitación y a mi el posadero me está mirando con cara de malas pulgas. Voy a aceptar la cama que este hombre nos tenga preparada y espero que el cansancio acabe por apagar mi conciencia unas horas.

    Acabaré perdiendo la cabeza si esto sigue así: estoy escribiendo de madrugada en un rincón de la habitación con la espalda contra la pared antes de intentar dormir de nuevo. Me han despertado las puñaladas que el posadero me acababa de meter en el pecho, por suerte hacia el hombro y no hacia ningún órgano. Pobre hombro mío, siempre me cae ahí todo el daño. Llegará un momento en el que las pócimas digan que milagros no hacen y me quedaré manca... Ay, ya desvarío. He abierto los ojos aterrorizada y he visto una sombra agazapada sobre Henry, que estaba a mi lado, y le estaba apuñalando con la cabeza contra la almohada. Con una furia que no conocía en mí misma, me he abalanzado sobre la figura y entre Volgo y yo le hemos dado una paliza de muerte. Ahora entiendo por qué cuando hemos hablado antes con él nos ha dicho que a su posada nadie viene dos veces... No era porque está en medio de la nada. Está en medio de la nada para poder hacer este tipo de maldades. Porque resulta que hemos seguido el rastro de por donde había entrado el hombre a nuestra habitación (la puerta la teníamos atrancada) y resulta que había un pasadizo secreto en la pared. Por ahí hemos seguido un pasillo que nos ha llevado a una sala donde hemos visto a la mujer guapa recitando una letanía acompañada de varias figuras y de un caballero. En el centro de la estancia, una estrella de siete puntas que ya nos va resultando familiar estaba pintada.
Henry se ha quedado en el marco de la puerta lanzando sus flechas hechas de ácido, Truston ha salido corriendo tras un esqueleto que ha salido a atacarnos de no sé dónde, Volgo ha luchado contra el soldado y yo me he lanzado contra la mujer, que en esos momentos empezaba a elevar el tono de su cántico y se elevaba en el suelo unos pocos palmos mientras en el centro de la sala comenzaba a abrirse un portal. Me he chocado contra una especie de barrera invisible cuando he tratado de alcanzarla, pero he embestido varias veces hasta que he podido llegar hasta ella. He pedido ayuda a Volgo y entre los dos la hemos desestabilizado. Un pequeño diablo verde ha aparecido, probablemente el familiar o compinche de esta mujer que tiene toda la pinta de ser una entendida de la magia, y Volgo se ha encargado de él mientras yo seguía forcejeando con ella para frenar su cántico. En uno de mis empujones, al fin he conseguido desestabilizarla y el conjuro se le ha ido de las manos: el portal ha pasado de tener un solo foco y color a dar paso a un conjunto de ellos. Me ha venido a la mente algo que hablé con Brodart: la única manera de cerrar un portal es que salga de él lo que se busca o pasar al otro lado. Sin pensarlo dos veces, he empujado a la maga hacia la luz y el vórtice se la ha tragado. En ese momento, he creído que moríamos más que en ninguna otra de las ocasiones de peligro que hemos pasado: con una fuerza sobre natural, el portal ha comenzado a tratar de absorber todo lo que estaba en la sala: se ha llevado no solo a la mujer, sino al diablo, al soldado y a los cultistas y por poco no me ha tragado. Henry se ha agarrado al marco de la puerta, Volgo ha hecho resistencia en la dirección opuesta y yo también, pero al estar más cerca del portal he sentido que me tragaba. Cuando estaba a unos pocos centímetros, he visto su interior y la sorpresa de ver algo que no recuerdo pero que a la vez me es totalmente familiar me ha dejado sin aliento por un momento.


Me he recompuesto a tiempo de seguir oponiendo resistencia y, al fin, el portal se ha cerrado del todo.
Truston ha vuelto de dar muerte definitivamente a ese esqueleto andante.
    Volgo ha propuesto que nos fuésemos de ahí. Que siguiésemos hasta Punta Arena. Pero hace mucho frío y llueve muchísimo. No se ve absolutamente nada ahí afuera. Así que hemos recorrido la taberna de cabo a rabo buscando más gente que quisiera matarnos y nos hemos atrincherado todos juntos en una habitación. Henry y yo trataremos de dormir de seguido, nos hace falta para poder estar descansados y tener los conjuros y las sustancias alquímicas a punto. Volgo es mucho más fuerte y resistente y puede permitirse dormir menos, así que me hago una bolita junto a Henry mientras Volgo y Truston hacen guardia.
Mañana cuando llegue a Punta Arena y le enseñe a Brodart mi diario va a alucinar. Me pregunto si Salelu le habrá contado historias como esta, pero yo desde luego no conozco a nadie que haya vivido lo que estamos viviendo nosotros.

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