El Auge de los Señores de las Runas_09 de Lamashan del 4707

 09 de Lamashan del 4707

    A ver cómo cuento esto... Hoy ha empezado todo como un día normal. Bueno, "normal". De nuestra normalidad habitual.
    Volgo ha ido al Morral del Gordo a ver si se enteraba de alguna información para poder encontrar al maldito Parritz Carnicero ladrón de quienes le ayudan a sobrevivir a una secta. Maldito desagradecido. El caso es que no se ha enterado de nada nuevo por parte de la camarera, pero ha podido confirmar que allí saben cosas que no le está contando. Luego, hablando con el dueño, se ha enterado de que cree que Parritz o uno de los suyos andan por Punta Arena buscando gente a la que contratar para sus negocios. Es que el tío tiene un morro que se lo pisa. Nos roba y se viene bien cerquita a restregárnoslo. Pero bueno, no voy a seguir pensando por ahí que me enciendo para nada. Luego ha ido a la Serpiente Emplumada y se ha hecho con un montón de cosas que nos van a venir muy bien en nuestras salidas de Punta Arena. Ha venido apertrechado hasta arriba, estaba muy gracioso.
    Y la verdad es que a Volgo se le ha dado la mañana mejor que a Henry y a mi. Porque mientras nuestro amigo el bárbaro estaba por ahí comprando y cogiendo información valiosa, Henry y yo estábamos fracasando en todo lo que nos proponíamos.
Hemos empezado por tratar de convencer a Ameiko de que nos dejase entrar en la habitación de Salelu. Por un momento ha parecido que Henry no solo comprendía sino que compartía mi preocupación y le ha propuesto a la posadera que nos dejase meter a Raíz para que vigilase la habitación de la exploradora, pero a Ameiko no le ha parecido bien y Henry me ha dicho que nos fuéramos. Yo he intentado abrir a escondidas con unas ganzúas nuevas que me he comprado, pero había mucho trajín de gente y no conseguía concentrarme lo suficiente como para abrir. Así que nada, en otro momento lo intentaré. Y si no, colaré a Suflé por la ventana (esa idea me la ha dado Volgo cuando nos hemos puesto al día luego jejeje).
Después de este intento fallido, hemos ido a por otra causa perdida: le hemos pedido a Cicuta que nos dejase quedarnos con el material del laboratorio de Brissen, pero nos ha dicho que se lo llevó ya el dueño de la tienda de pociones. Aunque me he llevado una decepción y me he sentido muy idiota por haber tardado tanto en pedirlo, la misión alquímica no ha sido fallida del todo: hemos ido a la tienda de este buen hombre y, viendo que no sabe hacer gran cosa además de pociones (que nos vienen siempre realmente bien y nos solemos llevar todas las que hace), le he ofrecido una fórmula de las que yo me sé: mutágeno cognitivo. Le ha encantado el regalo. Me ha dicho que me traerá algo de Magnimar. Es agradable tener con quien hablar de alquimia e intercambiar conocimientos sobre procedimientos y mediciones.
    Como decía, hasta aquí, un día normalillo en Punta Arena.
    Luego nos hemos reunido y hemos ido a la mansión Dedalera. A la famosa Desazón. Y ahí se ha acabado lo normal y lo "normal".
El paseo hasta el lugar ha sido agradable. Me ha venido muy bien salir del pueblo e ir con mis amigos paseando lo que habrán sido algo más de unos diez kilómetros. Salir de estar en esa maraña de gente que oculta y miente y roba me ha venido bien. Y estirar las patas también. Pero, al llegar a las inmediaciones de la mansión, ya hemos empezado a sentir el peligro. Las olas resonaban con fuerza en las rocas del acantilado junto al que se erigió la casa, la fragancia a algas y sal llegaba mezclada con otros olores inquietantes y el viento no solo ululaba con fuerza, sino que parecía aullar, gemir, pedir ayuda... Me dan escalofríos solo de recordarlo mientras escribo a salvo ya de vuelta en la posada.
Usando la llave que cogimos del cuello de Craesvi el mayordomo, hemos entrado en la mansión. Y a partir de aquí no han hecho más que pasarnos desgracias y hemos estado a punto de morir o perder la cabeza varias veces.


    Para empezar, nada más entrar en la casa ya hemos sentido que algo malo iba a pasar: la pared del recibidor estaba llena de animales disecados medio putrefactos y el centro de la sala estaba coronado por una mantícora. Henry ha percibido una fuerte fuente de energía emanando como un halo del monstruo expuesto, pero no conseguía entender a qué se debía. Para asegurarnos de no morir entre terrible sufrimiento asesinados por las garras, colmillos o el aguijón de la bestia, Volgo le ha cortado la cabeza. Aún tras ver que estaba llena de serrín, hemos seguido inquietos y hemos decidido seguir investigando.
    Justo cuando íbamos a pasar a la siguiente habitación de la planta baja, he oído con claridad a una mujer llorar. Ninguno de mis amigos la han oído, pero he mandado a Suflé igualmente a investigar. Se ha ido dando botecitos sigilosamente hacia las escaleras de la zona sur y nosotros hemos seguido por el pasillo que quedaba a la izquierda de la mantícora.
    La primera sala que hemos encontrado en esa dirección ha sido un salón de baile que debió ser hermoso hace unos años, pero que ahora daba muchísima pena por lo que ha hecho la humedad y el abandono al lugar. Lo más impactante de la sala ha sido ver un piano de cola de una calidad excepcional, pero dañado como el resto del lugar: las teclas estaban combadas y apretadas unas contra otras y la madera casi enmohecida. Volgo se ha acercado y ha pulsado una tecla. Podría decirse que justo este instante ha sido en el que ha empezado el declive hacia la locura y el caos. Nuestro amigo ha empezado a bailar, como si fuese lo que más le gusta hacer en la vida, como un profesional, como un enamorado. Ha empezado a sudar, los ojos los tenía vidriosos y su pecho subía y bajaba muy rápido. He tratado de llamarle, pero parecía que no me oía. Hasta que Henry no le ha golpeado, no hemos conseguido que saliese del ensimismamiento. Nos ha contado que estaba bailando con una tal Iesha, que era muy hermosa, con un largo y ondulado cabello negro, piel moreno y ojos claros, pero que, cuanto más bailaban, en el cuello de la mujer aparecían unas marcas de estrangulamiento.
    Hemos continuado la exploración por ese pasillo y hemos llegado a un baño. Estaba en pésimas condiciones, igual que la sala de piano, y en la bañera había una rata ciega y con evidencia de estar enferma y ser contagiosa, Así que no me he atrevido ni a coger muestra una vez Volgo la ha matado. Y, justo en ese momento, he sentido a Suflé perecer.
   Hemos ido de vuelta para investigar qué le ha pasado a mi familiar y, según hemos entrado de nuevo en el recibidor, Henry se ha puesto a alucinar igual que Volgo había hecho momentos antes, gritando para avisarnos desesperado de que tuviésemos cuidado con la mantícora y ha empezado a moverse como si estuviese luchando contra ella.


    Cuando hemos ayudado a Henry a calmarse (a despejar la ilusión o lo que haya sido), hemos ido escaleras arriba para buscar al atacante de Suflé, y lo único que hemos encontrado es que había caído bajo el ataque de unas garras de ghoul. Así que le he recogido en el tarrito vacío que llevo siempre por si pasa esto y hemos seguido un rato en esa planta, sintiendo una presencia cerniéndose sobre nuestra espalda. Para no desorientarnos ni dejarnos nada, hemos vuelto a la planta baja.
    La siguiente sala que hemos encontrado ha sido un comedor. La decoración ha sido un poco inesperada: había una caja de cristal con siete caras con runas nigrománticas y una vidriera con animales y monstruos (rock, esfinge, craken y ent) huyendo para no ser absorbidos por la caja. En ese momento, no hemos podido entender mucho más. Me he anotado todo y he tratado de retener en mi memoria todos los detalles para poder hablar con Brodart más adelante. Me habría gustado quedarme más tiempo investigando, pero daba muy mal rollo estar ahí, así que hemos seguido.
    En la habitación contigua hemos encontrado unas hermosas vistas al acantilado. Mientras andaba para buscar información, me he dirigido, sin darme cuenta, al encuentro de un ser invisible. Por suerte, Volgo sí se ha dado cuenta y me ha avisado. ¡Lo que fuese que estaba ahí iba dejando huellas en el polvo del suelo! A mi entender, eso ya traspasa la clasificación de ilusión... Cuando Volgo me ha agarrado para sacarme de esa trayectoria, he empezado a gritar que teníamos que irnos de allí y hemos escuchado una voz que susurraba "Lorey, Lorey". Ya no sé si hemos visto fantasmas o han sido todo alucinaciones, pero empiezo a dudar de lo que sé.
    La siguiente sala no ha sido más acogedora. Parecía una sala de estar. Había un fular rojo y dorado en el suelo, una chimenea decorada con algún objeto y una silla volcada. Cuando me he acercado al hermoso pañuelo para ver si había algún emblema o nos daba alguna pista del tipo que fuera, el objeto se ha abalanzado sobre mi cuello, lo ha rodeado y ha comenzado a estrangularme. Mientras he mantenido la cordura, me he tomado un elixir de la brava, para controlar los nervios y no caer presa del pánico, y he rociado la tela con ácido. Eso ha ayudado a aflojarlo, pero no ha sido suficiente, el pañuelo ha vuelto a apretarse y he perdido la conciencia, pero no porque me haya desmallado, ¡sino porque he empezado a sentir que yo misma era Iesha y estaba siendo estrangulada a manos de Aldern!! Ha sido de las experiencias más desagradables y aterradoras de mi vida. No tanto por el miedo a morir (ha habido otras veces mucho peores en ese sentido), sino por lo triste de la situación, de lo que estaba percibiendo, de la impotencia de lo que me pasaba a mi y le había pasado a la otra mujer. Y el escalofrío que me viene al pensar que he podido comunicarme de esa forma con alguien muerto o que ese alguien me ha usado para expresarse así... No tengo palabras. Al final, entre Volgo, que ha metido la espada entre mi cuello y el fular, y Henry, que ha usado también ácido, me han ayudado a deshacerme del maldito objeto. Les he contado todo, incluyendo que he podido ver que había alguien más yaciendo en la habitación, pero no he logrado saber quién. Cuando he podido respirar con más calma, hemos visto que el fular es muy valioso, así que Volgo lo ha guardado. También me he fijado en que uno de los objetos de la habitación fue con el que se golpeó hasta la muerte a la persona que yacía en el suelo, y que la sangre no tenía mucho más tiempo que un par de meses.
    Al seguir andando hemos llegado a una habitación infantil. Volgo ha quedado petrificado por el pánico y, al cabo de unos segundos eternos, ha caído de rodillas contándonos que ha sentido que era un niño que estaba en la camita y que su padre y su madre estaban discutiendo a muerte, ella con una antorcha en la mano y él lleno de moho, hongos y pústulas. Tenía la certeza de que uno mataría al otro y que después irían a por él. Cuando nos ha descrito a la mujer, Henry nos ha dicho que ha visto esa cara en la mantícora fantasma.
    Henry se ha fijado en que había mucho moho en general y, después de la historia que ha vivido Volgo, nos hemos cubierto la nariz y la boca con un pañuelo y hemos seguido explorando así.
    Con el corazón en un puño, hemos avanzado otro poco y hemos dado con un salón lleno de retratos con los nombres elegantemente añadidos al marco: Ciralie, Traver y sushijos Aldern, Sendely y Zeeva en una pared y en otra, Vorel, Kassandra y Lorey.

 
En cuanto Henry ha terminado de quitar las telarañas del último cuadro, la temperatura de la habitación ha descendido drásticamente y los retratos han cambiado: el de Ciralie ha mostrado una imagen de la mujer calcinada y con los huesos rotos; el de Traver, ha pasado a ser el de un hombre con la garganta abierta; el de Aldern, un ghoul; los de Sandely y Zeeva se han congelado; el de Vorel, un hombre lleno de pústulas y a Kassandra y Lorey no las hemos visto porque ha estallado todo en fuego y pedazos.
    Hemos salido corriendo de la habitación y dando gracias de habernos puesto las telas en el rostro, porque el ambiente se ha llenado de la enfermedad de Vorel. El pobre Henry se ha emparanoiado con que estaba contagiado y tenía signos en la piel y ha llegado a clavarse una daga para quitarse las pústulas. Yo no le he visto nada, pero me da miedo haber fallado en la exploración así que en cuanto volvamos a Punta Arena iremos de nuevo al clérigo. He tratado de calmarle diciéndole que le pregunte a Raíz que, por suerte, tampoco ha visto que le pase nada, pero creo que ha seguido preocupado. Menos mal que ya vamos a poder ir a que le vea el padre Tobyn en Punta Arena.
    Pero aún queda mucho que contar. 
   El paseo del terror ha continuado tras esto, esta vez ha sido en la habitación de matrimonio que estaba impoluta a excepción de una mancha muy oscura, casi negra, en la repisa de un escritorio. Me he acercado y, sí, de nuevo un error. Parece que no hay nada libre de matar en ese lugar. Me he encontrado sintiéndome como si hubiese asesinado a quien más he querido en mi vida y he cogido una daga y he tratado de cortarme el cuello. Gracias a que nos conocemos a la perfección, Volgo se ha dado cuenta de que yo he reaccionado de una forma nada habitual en mí y se ha acercado a tiempo para impedir que me mate a mí misma, aunque me he hecho bastante daño. Henry ha venido corriendo también y me ha quitado de la mano la astilla que yo veía como una daga y con la que me estaba cortando, no sin antes llevarse el pobre un buen tajo también. Cuando he podido volver en mí, les he contado que todo apunta a que me he sentido como Traver tras matar a Ciralie. Mientras me he curado las heridas del cuello, Volgo y Henry han inspeccionado la habitación, tratando de entender por qué esta sala está casi impoluta, únicamente con alguna capa de polvo de más, pero no han encontrado explicación que valga: ni magia, ni diferencia estructural, nada que nos ayude a entender.
    Para seguir explorando la casa hemos pasado de vuelta por la galería con los cuadros de la familia, encontrando que seguían tal y como los habíamos dejado, manteniendo ese cambio, aunque la temperatura del lugar se había restablecido y ya no hacía ese frío horroroso.
    Hemos llegado a una habitación de matrimonio en la que estaba todo absolutamente destrozado con garrazos: la cama, el dosel, los muebles, las paredes... Pero había una cosa intacta, un cuadro, dado la vuelta con la imagen hacia la pared que, con mucho miedo y precaución, nos hemos acercado a inspeccionar. El resultado ha sido el esperado: de nuevo uno de nosotros ha querido matar o matarse. Esta vez ha sido Henry el que me ha querido matar a mi, diciendo que le ha salido un odio irracional enorme y que solo quería verme muerta. Por lo visto, no me veía a mí, sino a la mujer del cuadro, Kassandra. Volgo le ha agarrado y hemos repetido la cancioncilla de las últimas veces de esperar a recuperar la conciencia y poder ver la realidad.
    Sin lugar para un respiro, esta casa ha seguido en su empeño de volvernos locos: al llegar al siguiente baño el suelo se ha derrumbado y Henry ha tenido que saltar para no caer al piso de abajo. Se ha quedado agarrado de la bañera mientras las dos ratas apestosas que había dentro le intentaban morder como si no hubiesen tenido suficiente con morderse la una a la otra. Nuestro druida ha conseguido poner pie en suelo firme y ha rematado a bastonazos a las dos mini bestias.
    Pero esto parecía que no era suficiente para el pobre Henry: en la siguiente habitación, que estaba de nuevo llena de ese asqueroso moho, nuestro compañero ha sentido que se intoxicaba y que le crecían de las mejillas enormes hifas originadas en el interior de su cráneo a una gran velocidad. La visión ha sido verdaderamente dantesca, porque ni Volgo ni yo veíamos nada, pero Henry estaba convencido y ha empezado a arañarse la cara hasta levantarse la piel y nuestro bárbaro ha tenido que sujetarle y sacarle de la habitación para que pararse de hacerse daño. Al menos, al salir, ha dejado de percibir eso, aunque ha seguido empeñado en que tiene ronchas rojas por la piel.
   Luego hemos dado con un taller en el que había bastantes cosas arregladas, como si hubiese estado reparándose para ser usado en condiciones, aunque no he conseguido ver para qué ni quién lo ha estado haciendo. Y, por desgracia, no he encontrado nada de valor para nosotros.
   Después hemos seguido por un largo corredor donde he pasado mucha angustia. Henry y Volgo iban escuchando tras las puertas y abriéndolas a ver si contenían algo de interés, pero no, solamente había trastos. Y yo... yo iba algo rezagada, pero a la vez pisándoles los talones porque tenía todo el rato la sensación de que en algún momento un ghoul abriría la puerta y se lanzaría a despedazarnos con sus garras. En vez de eso, lo que nos ha sorprendido ha sido un alarido desgarrador que ha llegado de alguna sala más adelante. Por poco no se me afloja el esfínter.
   Henry se ha aventurado en la siguiente habitación y nos ha dicho que se ha sentido terriblemente triste y apesadumbrado, como desesperanzado del todo y, no sabe si suya o de otra persona, ha escuchado que una voz decía en su cabeza "si la arpía de mi esposa no me hubiese impedido hacer lo que quería, si me hubiese dejado hacer las cosas a mi manera, podría haberme hecho todos  estos viajes y haber recorrido todos estos lugares". Volgo y yo hemos pasado tras nuestro compañero a ver qué estaba viendo y nos hemos encontrado con una habitación muy curiosa que estaba llena de máscaras, fetiches, libros, cuadros, telas, etc de diferentes lugares y culturas. Me ha llamado especialmente la atención un cuadro de tela sin marco que colgaba de la pared en el que estaba representada una escena de una cultura que desconozco, en la que una muchedumbre parecía abuchear a una persona vestida con un traje muy ajustado y llamativo, que trataba de apuñalar a un uro que parecía haber derribado a su paso a una docena de hombres. Debajo, aparecía un cartelito indicando que la pintura se llamaba Desafío en Villatocinos, y que el autor es Andosalu. Llevada por un instinto que no sé muy bien de dónde me ha venido, he descorrido la tela y ¡al fin nos ha sonreído la suerte!! He encontrado dos frascos (con pócimas caducadas, pero frascos útiles), una llave de cobre, 60 piezas de oro que he repartido con mis amigos y tres recetas alquímicas que no conocía. Obviamente las recetas es lo que más ilusión me ha hecho de todo el hallazgo. Por un momento se me ha pasado el miedo y me han tenido que sacar Henry y Volgo del embelesamiento porque yo ya estaba haciendo mis cábalas de qué materiales tengo que buscar y proporciones y dónde hacerlas.
   Pero la alegría en esta casa dura poco: en la siguiente sala nos ha encontrado Iesha que se ha lanzado contra Volgo a arrebatarle el pañuelo.


Le he lanzado un flechazo con el arco, pero ella ya había agarrado la tela y la ha despedazado. Hala. Una de las cosas de más valor que nos hemos encontrado y ya tampoco nos sirve. No contenta solo con eso, la dama fantasmal (pero suficientemente tangible como para arrancar pañuelos y pegar zarpazos), se ha ido corriendo gritando "¡Aldern!". Le he dado a Volgo un elixir de guepardo (una de mis últimas invenciones) a la vez que le decía que se lo bebiese y la cogiese y así ha hecho. Los músculos de sus piernas se han fortalecido, la sangre se ha concentrado en mayor cantidad en sus extremidades y en un momento la ha alcanzado. Cuando hemos llegado Henry y yo renqueantes, hemos visto alucinados como Volgo estaba metido en un combate que se estaba complicando innecesariamente. Ha sido muy duro, pero al final hemos acabado con ella. He necesitado un largo rato para curarnos, menos mal que he dedicado tiempo a perfeccionar mis capacidades y conocimientos en medicina y ahora tardo menos tiempo.
    Pero, aunque he curado nuestras heridas, en ese momento nos hemos sentido devastados: estábamos tan cansados y casi sin recursos, que hemos decidido irnos a dormir en otro lugar y poder volver con fuerzas renovadas. Pero no ha sido posible. Cuando hemos salido, más de mil cuervos nos lanzaban miradas penetrantes desde las ramas desnudas de los árboles de la zona. Henry nos ha dicho que anduviéramos despacio, sin mirarlos, para poder pasar desapercibidos. Pero no ha sido posible. Los cuervos se han lanzado en picado hacia nosotros. Henry ha sido el primero en darse cuenta y, a gritos para hacerse oír por encima del batir de las alas y de los espeluznantes gazñidos, nos ha advertido que volviésemos a la casa y ha echado a correr para resguardarse. Volgo y yo le hemos seguido, pero los cuervos han sido más rápidos que nosotros. Especialmente yo, he tenido muy mala suerte y no he podido esquivar ninguno de los golpes. Ha sido agónico. Mientras sentía que los picos y las garras de los cuervos se clavaban por todo mi cuerpo, he caído desmayada y casi desangrada. Cuando he abierto los ojos de nuevo en el recibidor de la mansión, me han contado que estaba prácticamente muerta. Me ha salvado estar cerca del bárbaro, que, cuando he caído, aunque él estaba también gravemente dañado, me ha visto a tiempo, me ha recogido del suelo, me ha guardado contra su pecho y ha seguido la carrera en pos de Henry. Nuestro druida ha abierto la puerta y ha cerrado a tiempo de que la madera parara los golpes de los mil cuervos chocando contra la fachada. Me ha curado con sus dotes naturales y, cuando me he repuesto, más emocional que físicamente, he seguido yo proporcionando las curas al equipo. Una hora y media he tardado en conseguir recuperarnos.
   Viendo que no podemos salir de allí hasta que no resolvamos no sé bien qué, hemos ido a la segunda planta a seguir explorando ese lugar maldito.
   De nuevo, hemos encontrado información para entender qué les pasó a las personas que vivieron allí. Esta vez unas hermosas vidrieras que Henry ha deducido que contaban una historia, pero aún no podía entenderla porque estaba incompleta, aunque ya estaba seguro de que el contenido de la historia trataba sobre nigromancia y cosas poco recomendables. Además, me he quedado con la imagen de dos personas que aparecen: un hombre con una corona de marfil y piedras y una mujer con una túnica negra y roja y un bastón de hierro. A ver si puedo enterarme de quiénes son hablando con Brodart, porque tienen pinta de antiguas figuras de autoridad en la magia.
   Para seguir con el drama, en un momento dado en esa sala, Henry casi se tira por la ventana porque nos ha dicho que se sentía arder, y también sentía que no era él, sino una de las hermanas de Aldern, probablemente, por la descripción que nos ha dado. Menos mal que es un tío con una voluntad de hierro y ha conseguido frenar ese impulso y pararse a tiempo. Ni Volgo ni yo estábamos cerca de él en ese momento para agarrarle y hemos observado todo desde la impotencia y la angustia. Al asomarnos a la ventana, hemos tragado saliva al unísono al ver el lugar: la caída habría sido mortal de necesidad.
   Al acabar con esa planta, hemos bajado hasta la que está bajo la planta principal, una planta que no tiene solo una sala como un sótano, sino que ocupa el mismo terreno o incluso más que el resto de la casa. Henry ha encontrado cubertería de plata y unos cristales hermosamente grabados y yo he visto unos granates violetas muy hermosos, calculamos que por valor de 10 piezas de oro cada uno. Por supuesto, de inmediato, hemos guardado toda la cubertería y las piedras preciosas y hemos puesto a salvo en la entrada los cristales porque sabíamos que podrían ayudarnos enormemente si los vendemos a nuestra vuelta. Aunque, sinceramente, yo he estado todo el resto del tiempo que hemos estado explorando a la espera de que otro fantasma los destrozara. Una suerte haberlos podido traer de vuelta con nosotros finalmente.
   En una de las últimas salas de la planta de abajo, hemos llegado a un taller arcano. Ha sido impresionante ver todo lo que tenían ahí, pero lo que más nos ha ayudado ha sido ver unas vidrieras que completaban la historia que se estaba contando con las del piso de arriba. Nos hemos dado cuenta de que, seguramente, si miramos desde fuera de la mansión a esta parte de la casa, se puede ver la historia al completo, es decir, que aunque estemos en la planta inferior, en esta zona, la pared queda al descubierto de rocas o tierra, pero probablemente, nunca nadie lo habrá visto porque hay que mirar desde el mar para poder hacerlo. Tras un buen tiempo examinándolas, he caído en la cuenta con horror de que lo que están narrando es la historia de cómo Vorel se convirtió en un liche. Empezando por los antiguos y poderosos humanos a los que investigó, desde las desgracias en su familia, la investigación que ha seguido él y la culminación final en la que se da cuenta del error que ha cometido guiado por en ansia de ser más poderoso. Por si fuera poco ver todo esto, también lo he vivido en mis carnes con otra maravillosa alucinación: he sentido que yo era Kassandra y veía a Vorel ir haciendo todo esto. Me han entrado unas ganas terribles de salir corriendo para poner a salvo a nuestra hija, pero el druida me ha frenado a tiempo de que me hiciese daño de nuevo. Hemos temido que la filacteria esté en esta casa, desde luego, ya hemos visto la representación de la caja absorbiendo a los animales y criaturas poderosas contra su voluntad. No es normal tanta influencia y tan poderosa. Nunca había leído y, menos aún, visto, una fuente de magia tan oscura como la de este lugar, más allá de todas las atrocidades que han cometido.
   Después de que les contara lo que he visto y comprendido, Henry, que es muy perspicaz, nos ha mostrado que este taller se ha estado usando hasta hace poco. La mayoría de los artefactos que ha usado Aldern para guardar a las ratas y hacer experimentos parece que son del mismo lugar, una tienda en Magnimar llamada Artilugios de Pug. Así que ya tenemos sitio por el que empezar a investigar allí.
   Nos hemos ido a la siguiente sala y allí casi hemos perdido a Volgo. He pasado tanto miedo... De repente, ha comenzado a levitar y por muy poco no ha sido absorbido por un agujero inmenso que hay cavado en la tierra. Él solo ha conseguido liberarse de la alucinación, aunque no estoy segura de que haya sido algo de su mente esta vez. Nos ha dicho que ha visto a Aldern cavando, que le ha dicho "lo hago por ti, Volgo, todo esto lo hago por ti" mientras le señalaba y que unos ghouls le han arrastrado hacia las profundidades de ese hoyo y han ido después a por nuestro bárbaro. Nos ha dicho que han empezado a arrastrarle y que ha tenido que poner de toda su fuerza y voluntad para resistirse.
   Tras reponernos brevemente de lo que acabábamos de presenciar, hemos decidido seguir el rastro de Aldern usando la luz de Henry para ver en la oscuridad, aunque yo me he tomado uno de mis cacharros para ver hubiese luz o no porque el miedo que tenía al depender de un único foco de luz para guiarme hacía que me temblaran las piernas y no pudiese pensar. Antes de que pudiésemos orientarnos, nos hemos encontrado (o nos ha encontrado) un murciélago gigantesco al que también habían transformado o se había transformado en ghoul. Volgo ha mantenido un combate singular con él agarrándole de las alas en unas maniobras titánicas y Henry, después, ha acabado con su vida con los conjuros que conoce que dañan especialmente a los muertos vivientes. Yo... He lanzado unas cuantas flechas y poco más. He estado al límite de mis fuerzas desde lo de los cuervos y esto no terminaba.
   Cuando la criatura voladora ha caído, hemos podido mirar alrededor y observar con espanto la gran cantidad de cadáveres que yacían por el lugar, muchos de ellos de nuestra Cofradía. Henry ha detectado que había magia en muchos de los objetos. Una de las cosas que hemos encontrado más inesperada y que más nos ha preocupado ha sido una carta con un lacre de la Cofradía, pero era uno poco habitual que no habíamos visto cuando nosotros estudiábamos allí. La carta, al ser abierta, ha dejado escapar un espectro azul y un escrito que ha empezado a borrarse antes de que pudiésemos leerlo. Aunque no hemos podido ver a quién iba dirigida y qué decía concretamente (solo hemos pillado que ponía algo de una imprimación a través de sexo o violencia al primero de algo...), sí hemos visto quién la firmaba y ¡LA FIRMABA SANRIA, NUESTRA MAESTRA DE ARMAS! Por un momento nos hemos quedado ahí parados boquiabiertos sin poder reaccionar. No hemos entendido nada, y, la verdad, seguimos sin hacerlo...
Otro de los cadáveres que había en la cueva era el de Truston Lerton, un amigo de Parritz El Carnicero y socio de sus crímenes al que también se busca. Volgo ha cogido su cabeza y yo le he echado unas sales para preservarlo y poderlo cobrar (es una de las recetas que he encontrado antes y que he podido preparar en ese momento). En sus pertenencias, Truston llevaba alguna cosa nuestra de poco o nulo valor económico o práctico y una carta de la correspondencia que mantenía con su amigo en la que hablaba de nosotros ¡y de que nos robó por encargo!! Pero, ¿por encargo de quién? Sea como sea, el 17 de este mes han quedado en Magnimar, en el Perezoso Feliz, para vender las cosas o a saber qué más. Así que ya tenemos otro puntito marcado en nuestro mapa. Cada vez vamos abriendo más incógnitas, pero no acabamos de cerrar ninguna.
   Por si fuera poco todo esto, en nuestra persecución del Dedalera no-muerto, no solo nos ha salido un monstruo gigante volador y hemos encontrado infinidad de cadáveres, sino que, más adelante, hemos luchado contra más ghouls. Aunque hemos acabado con ellos rápidamente, estamos contagiados seguramente los tres. Mayor motivo para ver al clérigo Tobyn en cuanto podamos.
   Cuando aún no habíamos recuperado el aliento del todo de esa pelea, hemos tenido que ver a Volgo luchar con tres goblins-ghouls en una zona muy peligrosa de la cueva (resbalaba, era angosta y estaba empinada) a la que nos ha pedido a Henry y a mí que no acudiésemos hasta que la despejase. Como apunte científico, he de dejar anotado lo curioso que me ha parecido que, pese a estar transformados en ghouls, los goblins mantuviesen su personalidad curiosa, irreflexiva, burlona y la mala baba. De hecho, al principio no me he dado cuenta de que eran ghouls. 

    Al fin, hemos llegado ante Aldern. La zona estaba llena de moho. Todo tipo de hongo recubría las paredes de esa cavidad. El heredero de los Dedalera que habíamos conocido hacía tan solo unas semanas en la fiesta de las Mariposas ya no estaba. En su lugar, había un ghoul, o un ghast, mejor dicho. El pobre Aldern se había ido para siempre y allí lo que quedaba era un tipo parecido a él, sin su larga melena, con una lengua enorme, la piel cetrina, los ojos inyectados en sangre y cubierto por entero de suciedad y restos de vísceras. Me ha dado mucha pena verlo así. Parecía que estaba manteniendo la apariencia de su normalidad, allí, abajo en la cueva, sentado en un sillón, sosteniendo una inmensa cuchilla y mirándonos relamiéndose. Hemos tratado de hablar con él, que parecía estar debatiéndose para no cometer ningún crimen más, como si dentro de su ser aún estuviese el muchacho que conoce a las gentes de Punta Arena, pero a la vez un abominable y ambicioso criminal y, quizás, una tercera personalidad. De hecho, Aldern ha llegado a pedirnos ayuda, pero, en cuanto Volgo ha abierto la boca, ha perdido toda la compostura que podía tratar de aparentar, le ha señalado y gritado "¡tenías que estar muerto!" y se ha lanzado contra él sin que nos diese tiempo a nada.

    
Y la verdad es que me habría encantado documentar con detalle todo lo que ocurrió a partir de este punto, pero no puedo. Ha sido un combate extraño en el que Volgo y Aldern estaban ensañados casi como si no hubiese nadie más allí. En algún momento nos ha lanzado preguntas como si quisiese ayudarnos a desentrañar los misterios que asolan el lugar, preguntas que no recuerdo muy bien y solo me vienen a la cabeza algunas como “¿cómo cambiarán vuestras muertes a vuestros amigos?”, “¿qué quedará incompleto?”, “¿qué podríais haber hecho?”. La verdad es que no sé si nos hablaba a nosotros o a quién estaba viendo al pronunciar esas cuestiones, pero no hemos podido averiguarlo. He visto a Volgo casi devorado por los hongos de las paredes al entrar en contacto con ellos y, aunque sabía que yo no tenía gran cosa que hacer, no quería quedarme quieta, así que, cuando me he convencido de que no era posible devolver a Aldern a su ser, me he lanzado contra él a darle puñaladas con la daga para apoyar también a Henry que no había cesado de lanzar su conjuro contra muertos vivientes.
   He caído en el combate y, para cuando me he despertado curada por mi amigo el druida con el elixir que me quedaba colgando del cinto, solo he podido ver a Aldern muerto y Volgo recogiendo todo lo que podía encontrar de valor en el lugar: además de papeles que ponían de manifiesto la obsesión de Aldern con nuestro amigo el bárbaro (imágenes de Volgo en poses heroicas, una rasta de su melena, el que parece uno de los molares del tipo de los Escarci al que Volgo golpeó, …), hemos encontrado una carta de Xanesha, Ama de los Siete, dirigida a Aldern en la que le felicita y anima a próximos pasos para seguir con el ritual siédrico, recordándole la importancia de marcar a las víctimas con la estrella antes de matarlas para que sirvan para el sacrificio y este ritual del que hablaba, dejándonos bastante claro quién estaba siendo el asesino que nos mandó buscar Cicuta, pero sin dejarnos claro si hay más víctimas además de las descubiertas y con la duda de si el ritual está completado o si quedan asesinatos que vayan a realizar y quién los hará y a quién matarán...
También hemos dado con muchas cosas que espero podamos vender o usar (una armadura más resistente que las que tenemos, la navaja gigante de Aldern, un anillo para conjurar ese tipo de magia en la que se especializan magos y hechiceros, unas botas para hacer las caminatas y los combates más sencillos y, lo más triste, un camafeo con la foto de la hermana de Aldern, Miet), pero creo que nada compensa los horrores que nos hemos visto obligados a enfrentar y que, algo me dice, nos quedan.
   Henry nos ha contado que parece que el proceso de la filacteria debió de fallar y todo el sótano es la filacteria que se ha expandido al resto de la casa. Solamente puede arreglar esto un clérigo muy poderoso o, en su defecto, varios de ellos, es decir, magia divina de la buena buenísima.
    En fin, cuando hemos terminado de recoger todos los papeles que hemos encontrado, sin discriminaciones de cuáles pueden ser útiles y cuáles no, nos hemos puesto en marcha de nuevo hacia Punta Arena.

    No había cuervos al salir de la mansión. No había nada. Solo el sonido del viento en el mar y los árboles. Lo he agradecido. Creo que todos nosotros.

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