El Auge de los Señores de las Runas_28 de Neth del 4707

Día de la Labor, 28 de Neth del 4707

    Hablando por el camino, hemos decidido no volver a Trasbordador de Tortuga aún. Hemos ido directos a Sauce Blanco, a buscar a Midiana, la amante del comandante de los Flechas Negras, para ver si somos capaces de ayudar en esto también. Al fin y al cabo, todo lo que ocurre son piezas del mismo puzle. Mientras no consigamos solucionar todos los frentes, la paz no estará de vuelta.
    Para cuando hemos llegado al bosque, se nos había hecho de noche. Nos hemos dado cuenta de lo cansados que estábamos y hemos sido conscientes de que debíamos parar a descansar. Henry ha sido el primero en hacer guardia y, mientras los demás dormíamos, ha conocido a un pixie llamado Garlón.
    Garlón le ha explicado que Midiana, la señora del bosque, está enferma desde que se fue su amante. Y que todo el bosque está enfermando en consecuencia y hay todo tipo de mutaciones y transformaciones horripilantes en los habitantes. De hecho, él mismo ya se ha empezado a notar enfermo, pero aún resiste. Henry nos ha despertado para contárnoslo todo y, por un momento, nos ha dado ganas de ponernos en pie y echar a andar para buscarla, pero la sensatez ha llegado a nuestros cansados cerebros y hemos decidido seguir con el plan y partir cuando hubiésemos descansado. Cuando Henry se va a dormir y Volgo se queda haciendo guardia, Garlón y él se retan a hacer todo tipo de tonterías. No sé si un pixie puede ser un bárbaro, o si un bárbaro puede tener un familiar como tenemos Henry y yo, pero, desde luego, si fuese posible, Garlón sería el de Volgo. Tras esta guardia, se han quedado Raíz y Suflé con el feérico y, cuando me he despertado yo para hacer mi parte, he visto que algo les había pasado: Raíz tenía la punta de su píleo chamuscada y llevaba un chalequito con flecos; Garlón estaba callado mirándome expectante, como con una sonrisa de "sé cosas que tú no"; y Suflé... Suflé ha cambiado de color. Ahora, en vez del colorante verde turquesa pastel con el que lo hice (rehice) es de un color verde muy intenso. Me he pellizcado las mejillas, he parpadeado y seguía viéndolos. Sentados en el fuego, riendo, hablando en no sé qué idioma. Poco a poco, me he acercado, les he preguntado y solamente han querido decirme que han hecho la guardia y que está todo bien. No han querido decirme nada más. Y se han ido a dormir. He estado un rato sentada junto al fuego creyendo firmemente que estaba drogada con las esporas de algún hongo que habían entrado por mis fosas nasales mientras dormía, pero no, por la mañana, ellos seguían con su nueva apariencia y Volgo y Henry también les han visto así.
    Hemos emprendido la marcha de nuevo estando todos bien descansados. El viaje ha sido una pesadilla. Viajando a través de la flora del lugar, hemos visto la degeneración del bosque.
    Nos hemos encontrado con criaturas de las que Garlón nos había avisado, otros feéricos como él, corrompidos por la enfermedad del bosque, con unos ojos que parecía que guardaban toda la oscuridad del mundo y que iban a tragarnos.
    Al llegar a una zona pantanosa, en el reflejo de las aguas, Volgo ha visto cómo Henry y yo le mirábamos con las bocas desencajadas y nos lanzábamos a atacarle.
    Otro de los peligros ha sido un grupo numeroso de fantasmas que nos ha rodeado. Mientras Garlón lloraba diciendo que eran amigos suyos y Volgo y Henry no sabían con qué deshacerse de ellos, yo les he lanzado una Carga Fantasmal disipándolos y hemos escapado por el hueco que ha quedado abierto mientras el bárbaro blandía su espadón reduciendo a los que trataban de perseguirnos. Yo estaba cada vez más asustada, de hecho, aún sigo estándolo, pero eso no va a impedir que siga luchando.
    En un claro donde en algún momento hubo agua, pero nosotros solo hemos encontrado fango, hemos dado con un navío inmenso con agujeros para los cañones por los que antaño se han debido disparar bolas de hierro. Absolutamente atraídos por la curiosidad, nos hemos adentrado en el barco, sin la compañía del cada vez más asustado Garlón. Y ha sido un tremendo error. Allí hemos encontrado el camarote del capitán, con un clavicordio con grabados de una batalla entre ángeles y demonios, unas cartas de navegación que no sabemos qué lugar indican, un cáliz que al menos nos servirá para ganarnos unos oros y un libro gigante con partituras. Una vez más, ha parecido que estaba alucinando pues, al abrir el libro he oído claramente una melodía, música que se reproducía según yo pasaba las páginas. Cuando se lo he mostrado a mis amigos, me han dicho que no podían oírlo.  En fin. También nos hemos encontrado un perro ciego que se nos ha quedado mirando, bueno, que dirigía sus ojos hacia nosotros, pero que no se nos ha querido acercar y que hemos dejado de ver y no hemos vuelto a encontrar. Pero, lo más terrorífico lo hemos hallado en la bodega: había un montón de cabezas cortadas con un arma muy afilada que había provocado tajos limpios (probablemente una guillotina) que parecían humanas aunque tenían las orejas acabadas ligeramente en punta. Parecían estar conservadas con magia de transmutación, pero no solo de transmutación. Volgo dice que una ha abierto los ojos y le ha mirado. No sabemos si pertenecían a un grupo étnico concreto, pero la piel era muy oscura y llevaban tatuajes y dilataciones en los lóbulos de las orejas. Tiene pinta de que las personas de este barco eran, como poco, piratas.
    Y sobre la magia estoy bastante sorprendida... Creo que la mezcla de magia es con magia nigromántica. Henry dice que el efecto de las magias mezcladas se lo ha ido encontrando en más lugares de este bosque y que no es capaz de identificarlas bien. La analogía con la que nos lo ha explicado es con las bolas de un helado de diferentes sabores: cada una tiene un sabor muy diferenciado, pero, si se derriten y se mezclan, ya no se puede saber con exactitud qué sabores se están degustando.
    Al salir de allí, no encontrábamos a Garlón. Al rato, ha venido asustado y aliviado a partes iguales. Nos ha informado de que llevaba cuatro días buscándonos. Y nosotros estábamos con la sensación de que habíamos explorado el barco poco más de media hora. Nos hemos quedado sin saber qué decir. Creo que nunca había estado tan asustada.

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