El Auge de los Señores de las Runas_03 de Kuzhona del 4707

Día del Sol, 03 de Kuzhona del 4707

    Si ayer me pareció que hacía frío, lo de hoy no alcanzo ni a describirlo. La subida al monte Garfio ha sido muy dura: nos hemos encontrado con senderos helados y Volgo ha tenido que ayudarnos con la cuerda constantemente para que no cayéramos y muriéramos descalabrados.
    Al llegar a la cima hemos encontrado una inmensa cueva de la que salía un llamativo humo negro.
    Al acercanos a las proximidades de la entrada, hemos visto que había dos grandes ogros haciendo guardia y hemos preparado un ataque silencioso para deshacernos de ellos. Henry con rayo de escarcha, yo con bombas de fuego y Volgo con su espadón hemos acabado rápidamente con la amenaza.
    Al adentrarnos en la entrada, Henry y yo hemos compartido una mirada de advertencia, preocupación y, sin hablar, hemos hecho pacto de silencio, al menos por ahora: unas inmensas costillas hacen de soporte de las paredes de la estancia, costillas que pertenecieron a un dragón azul, el enemigo con el que Volgo vive obsesionado. Además, en el hueso, hemos visto grabados de la estrella de siete puntas, la estrella siédrica. Está grabada una y otra y otra vez a lo largo y ancho de todos los huesos que nos ha dado tiempo a mirar. Debe haber algo primario en esa obsesión, pues hemos pillado a nuestro amigo el bárbaro orinando en una esquina apuntando a uno de los huesos. La verdad, eso me ha sacado una sonrisa, ha hecho que me relajase un poco y se bajase la tensión del momento.
    Al entrar en la cueva, siguiendo el humo oscuro que, según nos ha dicho Volgo, olía a madera y a carne, hemos llegado ante una estatua inmensa de un gigante que se ataviaba con un casco con la apariencia de un diablo y con una guja. Sin poder saber mucho más al respecto, hemos continuado.
    Lo siguiente que hemos encontrado ha sido un pozo. Cómo no, Volgo ha tenido que bajar a mirar qué había al fondo. Parece que tiene que meterse siempre que hay algún lugar con agua, menos en una bañera, que, en ese caso, tenemos que estárselo recordando. Es curioso cómo a los dos puede gustarnos tanto el agua, pero a cada uno en circunstancias totalmente diferentes... En fin, que desvarío. El caso es que ha vuelto a la superficie contándonos que ahí abajo solamente había una especie de cocodrilo-dragón que ha tratado de comérselo y que él ha optado por huir. Según Henry, no parece que sea un arma de los que estén aquí, sino simplemente un animal salvaje autóctono, así que hemos decidido dejarlo atrás y continuar.
    Además de servirnos del humo para orientarnos, empezamos a escuchar un ruido de golpes, como de martillos pesados, así que lo hemos seguido. En efecto, tal y como nos ha parecido percibir, hemos descubierto la actividad que se estaba realizando en el lugar: hemos llegado ante una forja donde estaban trabajando varios ogros con pesados martillos y yunques. Aunque eran nueve ogros, se podía ver desde lejos que estaban muy debilitados, posiblemente por el duro trabajo al que estaban sometidos ya que estaban fabricando armas a una gran velocidad, aparentemente primando la cantidad de la fabricación sobre la calidad. Es decir, parecía que estaban trabajando duro para avituallar a un ejército entero. Sin dudarlo, Volgo nos ha animado a lanzarnos a la lucha. Bastante más rápido de lo que habría cabido esperar, hemos acabado con ellos. Al inicio del combate, he empezado lanzando viales de escarcha, pero he rematado al líder de la cuadrilla con un frasco de ácido. Henry ha invocado una cobra gigantesca preciosa que ha combatido sin piedad y Volgo se ha lucido, como hace habitualmente, con su espadón. Al terminar el combate, hemos tratado de ocultar sus cuerpos o deshacernos de ellos, pero en el fuego de la forja no cabían y no había piedras suficientes ni cavidades donde meterlos. Finalmente, hemos decidido escondernos nosotros para que yo pudiese proporcionarnos unas curas y, mientras estaba en ello, han llegado otros dos ogros portando minerales para seguir trabajando y se han encontrado con toda la situación. Volgo ha salido corriendo a la carga sin pensárselo, Henry les ha lanzado un arco eléctrico desde el sitio y yo unas flechas con el arco y rápidamente hemos acabado con ellos impidiendo así que diesen la voz de alarma.
    Hemos ido a ver de dónde venían y, tras media hora larga de trayecto por estrechos y sinuosos pasillos, hemos llegado hasta el final de la mina y hemos visto a más de veinte de ellos extrayendo minerales. Hemos decidido volver a donde estábamos sin combatir y hemos parado a descansar de la escarpada subida. Me ardían las piernas.
   Una vez nos hemos repuesto, hemos dado con uno de los mayores males que han estado asolando Trasbordador de Tortuga: tres hermanas sagas. La posición que teníamos en ese momento nos permitía verlas sin que ellas nos viesen y hemos podido hablar un poco para informarnos de lo que conocíamos sobre ellas y cómo proceder. La visión era horrorosa: sus cuerpos eran grotescos, dos de ellas tenían sus torsos y extremidades hinchados y abotargados y otra era esquelética; estaban llenas de pústulas, de bultos, de malformaciones; y la maldad supuraba por su mirada y sus risas. La sala en la que las hemos encontrado contenía un gran caldero del que sobresalían piernas, brazos ojos y mandíbulas. Por primera vez en mi vida, desde que tengo memoria al menos, no he querido saber lo que se cocía en un "laboratorio". Henry nos ha explicado que las sagas son brujas que se entregan al Mal y que se dedican a provocar tormentas. Volgo me ha pedido que unte en su espadón veneno de escorpión y así hemos comenzado el combate. En cuanto hemos pisado su terreno, nos han lanzado un conjuro tratando de encerrarnos en estrechas jaulas de piedra. Henry y Volgo se han librado, pero yo no. No obstante, gracias a la fuerza brutal de nuestro querido bárbaro que ha destrozado con sus propias manos la piedra que me ha atrapado, he quedado liberada y dispuesta a combatir. Me he parapetado tras una roca y he lanzado ácido con la intención de permanecer protegida en esa posición, pero las sagas no han tenido un pelo de tontas y no me lo han permitido, lanzándome un potente conjuro que más adelante Henry me ha explicado que era una magia muy poderosa llamada Arruina Conjuros que me habría hecho mucho daño si yo hubiese estado protegida o potenciada con magia. Aunque, en otros casos, valerme de la ciencia en vez de la magia me perjudica, en esta ocasión, me ha salvado. Nuestro druida no se ha quedado corto combatiendo y, como queriendo aumentar el nivel de caos que había en la sala, se ha unido al fuego cruzado que estaban siendo mis bombas de Desolación junto con los conjuros de las sagas más el destrozo atroz que el espadón de Volgo dejaba a su paso, y ha invocado un bassidiront que las ha atacado como una bestia.
    En toda esa locura de combate, una de las sagas ha conseguido polimorfar a Henry, que casi acaba con la mente y el cuerpo convertidos de forma permanente en los de una ardilla, pero finalmente ha conseguido librarse imponiendo su tremenda fuerza de voluntad sobre la magia de la maligna. A mí también me han lanzado el conjuro, pero únicamente me han subyugado al primer estadío de la maldición y he lucido durante un rato unos buenos bigotes y hocico de ardilla. 
Cuando Volgo iba dando fin a la vida de las brujas, las hermanas que quedaban en pie gritaban ensordecedoramente con lastimosos quejidos de pérdida. En un momento dado, una de ellas ha gritado llamando a Lamatar y refiriéndose a él como querido.
    Cuando Volgo ha rematado a la última de ellas, nos hemos mirado entre nosotros, aterrados, agotados y casi moribundos y hemos intercambiado nuestros temores de que no íbamos a encontrar al líder de los Flechas de nuestro lado, y que, de hecho, en el mejor de los casos, le íbamos a encontrar muerto. Tras reponernos un poco, Henry me ha ayudado a coger esporas del bassidiront para hacer un veneno cuando tenga un laboratorio del que ayudarme y Volgo ha encontrado una yurta de explorador que hemos guardado para nosotros. Nos será muy útil en nuestros viajes. Yo ya he asumido que no tenemos casa ni un lugar al que pertenecer o al que regresar. Bueno, tenerlo, debemos de tenerlo, pero dudo que vayamos a saber cuál es. Por el momento, tener una cabaña portátil es mucho más de lo que esperaba y, con la fortuna que cuesta hacerse con una de estas, haber encontrado una es como si nos hubiese tocado la lotería. Un precio bastante decente por casi acabar muertos o convertidos en ardillas. Espero, además, que al haber acabado con las sagas haga que cesen las tormentas terribles.
    Cuando estamos saliendo de esta zona, hemos escuchado voces de ogros que iban en la dirección donde estaban todos los cuerpos que habíamos dejado a nuestro paso. Aunque podríamos haber ido en otra dirección, hacer eso habría supuesto que avisaran al resto de ogros del lugar, así que hemos ido a acabar con ellos. No hemos tardado más que unos breves minutos, pero el cansancio que nos atenazaba en ese momento ya era grande y mis bombas comenzaban a escasear. He decidido no gastar muchas para reservarlas para cuando diésemos con Lamatar y Lucrecia.
    Finalmente, hemos llegado a un santuario donde se erguía imponente una escultura de una maravillosa manufactura de Lamashtu, mostrando su abultado y cicatrizado vientre de embarazada con esplendor, sus fieras fauces de bestia abiertas amenazantes y unas calaveras aterradoras cubriendo su vulva y sus mamas. Por un momento he temido que se fuese a mover y a destrozarnos con sus garras.



    Antes de que nos diese tiempo a nada más, dos flechas procedentes de la pared contraria a aquella donde se apoyaba la estatua, tremendamente veloces y precisas con una estela plateada a su paso, se han clavado en mi cuerpo y me han impulsado contra la escultura. Una tercera ha pasado rozando mi pelo y se ha clavado en la pared. Lamatar Bayden ha salido de su escondite, convertido, tal y como temíamos, en un no muerto que nos apuntaba con su hermoso arco compuesto.

Con bombas de Cargas Fantasmales de mi creación, un enorme oso pardo invocado por Henry y los terribles golpes de Volgo, hemos acabado con el ex líder de los Flechas Negras. Ha sido una muerte rápida. No querríamos que hubiese sido de otra manera. Le he cortado la cabeza, la he rociado con Sales Atemporales y la hemos guardado para llevársela a la dolida Myriana. Hemos recogido sus pertenencias: una capa clandestina que otorga indetectabilidad a quien la lleva y que se ha quedado Henry; un arco compuesto golpeador de frío que se ha quedado Volgo, pero que le he pedido que me deje llevar cuando aprenda a usarlo yo; y una armadura hermosa que no podemos llevar ninguno por lo grande y pesada que es.
    Después de curarnos (ha tenido que hacerlo Henry porque yo estaba agotada y mis temblorosas manos no han hecho más que empeorar las heridas), hemos llegado a una bifurcación. Me he tomado un elixir de Visión en la Oscuridad y me he echado la capucha por encima y he ido en modo invisible a ver qué nos íbamos a encontrar en el pasillo donde Volgo y Henry pedían explorar.
    Lo que he encontrado allí me ha aterrorizado más aún si cabe: una sala rectangular de grandes dimensiones con un óculo por el que entraba luz acogía decenas de estatuas gigantescas, un gran gigante de piedra hacía guardia paseándose imponente con su arma a lo largo del pasillo y, al final del mismo, un inmenso gigante, también de piedra, sentado en un trono haciendo glifos con sus manos comenzaba a levitar.
La voz de Lucrecia ha sonado muy cerca de mí, preguntando a alguien a quien se ha referido como "cariño" que si ya estaba con sus trucos. No la veía por ningún lado, pero su imagen en mi cabeza estaba nítida.

Temiendo que me hablase a mí, pero no sabiendo si se refería al conjurador, me he ido corriendo del lugar decidida a no morir allí sola y perdida lejos de mis compañeros.
    Al llegar de nuevo junto a mis amigos, les he advertido de que era yo, que seguía estando invisible (aunque Volgo me había olido de lejos) y les he contado todo lo que he visto. Hemos preparado la estrategia y, justo antes de adentrarnos en la sala, les he ataviado con todo el arsenal que he podido: Elixir de Guepardo, para correr más rápido; Infusión de la Brava, para estar protegidos frente a los conjuros de control mental de la lamia; veneno de Escorpión Gigante, para hacer más mortífero el espadón de Volgo; y Mutágeno de Mercurio, para hacerme más diestra lanzando bombas y esquivando ataques.
    Y allá que hemos ido, a un combate brutal y casi fulminante para nosotros, pero del que hemos salido victoriosos finalmente.
    La protección de mi elixir no ha sido necesaria ponerla a prueba pues, con un terrible golpe, Volgo ha dejado a Lucrecia sin boca y esta no ha podido conjurar. No obstante, eso no le ha impedido luchar con fuerza y me ha acuchillado con su daga en las costillas. Eso, unido a una piedra inmensa que me ha lanzado el gigante que hacía guardia, ha hecho que yo acabase casi muerta y Henry ha acudido a ayudarme valientemente, interponiéndose entre los atacantes y yo y permitiendo así que yo me tomase unos elixires de vida. Tras esto, se ha convertido en un hermoso e inmenso árbol y ha combatido contra el guardián. Volgo no ha dejado respiro a Lucrecia y no ha cesado de atacarla con su espadón cargado de veneno hasta que le ha cortado la cabeza con dos golpes horizontales. Cuando ha acabado con ella, imbuido como estaba por la furia del bárbaro, se ha girado hacia el lanzador de piedras y ha ido a por él. Henry-árbol, ha acabado dirigiendo sus ramas en un ataque de apoyo al del bárbaro y, estrujando con fiereza al guardián, ha acabado por deshacerlo en mil pedazos de piedra que han saltado por todos lados.
    El que ha comenzado levitando, se encontraba ya sobrevolando el lugar.
Yo no he sido capaz de hacerlo caer con mis Bombas de Maraña, así que me he limitado a atacarle con creaciones rápidas que he podido hacer en el momento y, cuando se me han acabado, he luchado con el arco, a la desesperada, infligiendo un daño menor, pero sin fallar ni una sola vez.
    Henry se ha posicionado bajo él, Volgo ha visto la oportunidad y ha corrido directo hacia el druida que estaba preparado, ha saltado sobre el árbol y este le ha impulsado con una rama animándole con un pavoroso y venerable "¡destrózalo!", y con un terrible tajo del espadón, ha impactado en el gigante y le ha malherido. Rodando sobre sí mismo y sin soltar el arma, Volgo ha caído de nuevo al suelo y le ha plantado cara al conjurador, instándole a luchar contra él. Provocado por las palabras del bárbaro, el gigante se ha lanzado contra él con la maza de pinchos y la mano brillando cargada de magia y han intercambiado unos golpes inhumanos. Cuando se ha visto a punto de morir, ha levantado las manos y ha tratado de rendirse y parlamentar, pero Volgo le ha cortado los brazos y le ha partido en dos.
    Sentados, respirando y curando nuestros malheridos cuerpos, no hemos sido capaces más que de intercambiar sonrisas de satisfacción y alivio. Al fin, tras estar algo repuestos, con mis pociones acabadas y los conjuros de Henry al límite, hemos explorado el lugar para llevarnos todo lo que nos pudiese interesar.
    Hemos encontrado objetos de importante valor: un talismán de murciélago momificado, un mutágeno bestial, un antiplaga mayor, una armadura, una poción de volar, un medallón siédrico y una daga de muy buen filo que hemos identificado que se la conoce por el nombre de El sabor del paraíso.
    Lo más importante de todo ha sido la nota que hemos hallado que dice:

    Desconocemos si esos nombres son de los gigantes que aquí hemos encontrado, pero queremos creer que, habiendo acabado con Lucrecia y este gigante conjurador, hemos acabado con la organización de este ejército y, los que quedan, dejarán de hacer armas y no querrán ir a ninguna guerra ni luchar por nada.
Sobre quién firma la carta.. Creemos que puede ser Mok Murian, pero eso pone a Korizon, el líder de nuestra Cofradía, en muy mala posición, señalándole igual que a la alcaldesa de Punta Arena como instigador o cómplice de todo esto que está ocurriendo.

    Sin pararnos a dormir, hemos decidido acabar con la tarea pendiente de una vez y hemos vuelto al bosque a hablar con Myriana.
    Le he enseñado la cabeza de Lamatar y Henry se ha adelantado valeroso y le ha contado que no sufrió y que hemos acabado con todos los que le han hecho daño. Ella se ha inclinado, ha agarrado la cabeza de Henry y le ha besado, bendiciéndole con la inspiración de la Reina Ninfa. Tras esto, ha cogido la cabeza de Lamatar y, bañada en luces de colores que no conocía hasta el momento, el canto del viento, el agua del estanque y la magia de la que se nutría, ha ido devolviendo a su ser la cabeza de Lamatar y ha acabado recomponiendo por completo el cuerpo de su amado. Ella, sin embargo, ha acabado por desaparecer. En silencio, boquiabiertos y paralizados, hemos contemplado como la reina del bosque daba su vida en su sacrificio guiado por el más absoluto y desinteresado gesto de amor y nos hemos encontrado con un Lamatar dormido, de piel ligeramente verdosa y nudosa. Henry le ha despertado y hemos podido ayudarle a entender todo lo que había acontecido. Cuando se ha repuesto de disgusto, en agradecimiento por la ayuda de su amada y en honor a ella y como pago y deuda a su inmolación, ha decidido quedarse a cuidar y gobernar el bosque. Ha nombrado como sucesor suyo a Vale Temros (explicándonos que de Jakardros no se fía del todo porque, pese a que es buen hombre, tiene "asuntos pendientes"), lo ha escrito en una nota que ha firmado y se ha despedido de nosotros.
    Ahora nos encontramos de vuelta decididos a hacer llegar a Fuerte Rannik y Trasbordador Tortuga la orden del cambio de liderazgo así como todo lo que hemos conseguido hacer en estos lugares. Y espero poder despedirme de Tylia de paso. Ojalá haberla conocido en otras circunstancias.
    Después, iremos a Punta Arena. Hay que avisar de que deben prepararse para un ataque. Y tengo ganas de tomarme un té tanto con Brodart como con Kendra. De diferentes sabores y por diferentes motivos cada uno.

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