¡Feliz cumpleaños!



        —¿Tú te imaginabas este ambiente, Mancha? —expresó boquiabierto el joven convocador mirando a las calles abarrotadas a su alrededor.

—Para nada, compañero —comentó pensativo y con su característica voz grave y tranquila su eidolón—. Desde luego que aquel clérigo no exageraba cuando nos lo dijo.

—Ya, quién iba a decir que, por una vez, cuando un clérigo ha usado la expresión «celebración gloriosa» no se estaba refiriendo a un puñado de señores con túnica rezando.

—Ay, Tremor, qué vituperador te has vuelto después de todos estos años de partirnos la cara —suspiró el gigante púrpura.

—¿Vituperador? —Tremor se carcajeó—. ¿Pero qué palabras usáis en tu plano? ¿En qué año os habéis quedado allí?

—Déjate de… —el eidolón fue a contestarle cuando algo le tiró de la cola. Se irguió cuan alto era y se giró bruscamente con llamas en los ojos, pero no encontró a nadie. Cuando se volvió para continuar junto al sorprendido Tremor, se dio de bruces con un sonriente drow.


—¡Disculpad a mi diablillo! —exclamó el elfo oscuro lanzando una mirada hacia la cola de Mancha—. Está intratable entre este bullicio.

—No me entero de nada —dijo Tremor mirando a Mancha y añadió conjeturando—: ¿Alguien te está molestando, compañero?

—¿Te divierte, no? —Mancha bufó y pasó de largo.

A sus espaldas, por el rabillo del ojo, el eidolón vio cómo una criatura del tamaño de un bebé, negra como las sombras y con una sonrisa inmensa que ocupaba gran parte de su cara, se mostraba ante su amigo.

Decidió que ya había tenido demasiadas bromas a su costa y continuó hacia la taberna sobre la que se anunciaba, con carteles por todo el camino y a voz en grito en la ciudad, que iba a haber diversión y mucho más.

—No le hagas caso —escuchó que decía el convocador—. Está un poco cascarrabias porque hace tiempo que no nos vamos de aventuras con nuestros amigos.

—¿Vosotros también sois aventureros? —oyó Mancha decir al hombre con aspecto de pícaro, pero aura de mucho más.

—Héroes de Korvosa, nos han llegado a llamar —Mancha podía escuchar cómo el pecho de Tremor se henchía de orgullo.

—Vaya, menuda carga más pesada —murmuró el drow—. Pero lo comprendo: también yo echo de menos a mi hermana y a mis amigos de vez en cuando. Entiendo la sensación de tu eidolón…

—Se llama Mancha —le presentó—. Y yo soy Tremor. Encantado.

—Tashlan —le tendió la mano y la chocaron exageradamente, tal y como Mancha estaba cansado de ver que ocurría entre humanos varones. Parecía que entre elfos también. El tal Tashlan, tras el saludo, subiendo la voz como para que llegase a oídos del eidolón les preguntó—: ¿Y a dónde os dirigís?

—Nos dirigimos a la taberna de Trakar.

—¡Nosotros también vamos para allá! —exclamó con una genuina ilusión en la voz que contrastaba con el resto de su aspecto oscuro y discreto—. ¡Qué casualidad! ¿No os parece, eh?

—¡Grandullón! —dijo Tremor alzando la voz—. Venga, ven con nosotros, Mancha. No te enfades con este hombre.

         —No pasa nada —dijo Tashlan con voz pausada—. Estoy acostumbrado a que la gente se enfade conmigo por culpa de mi diablillo. Pero estaría muerto de no ser por él, así que…

—Vaya… —comentó el convocador mientras Mancha se acercaba.

—¿Así que eres de esos, eh? —dijo Mancha volviendo sobre sus talones y mirando con seriedad a la criatura que se sentaba sobre el hombro del drow. Este le devolvió una amplia sonrisa (¿o era una mofa?) y desapareció.

Aprovechando que había un puesto con unas manzanas recubiertas de caramelo con una pinta deliciosa, Mancha se detuvo, se giró y dijo:

—Quizá si tu diablillo me invita a una de las manzanas de ese puesto se me pasará el enfado. 

El diablillo volvió a hacerse visible y dijo animadamente:

—Desde luego, que te invito a todas las manzanas que quieras.

—Porque el oro con el que vas a pagar es mío, ¿no? —se rió Tashlan—. Menudo morro te gastas. Pero sí, hemos empezado con mal pie, haya sido culpa de quien haya sido, así que tomemos unas manzanas y después sigamos camino de la taberna del famoso Trakar.

Mientras hacían el pedido en el tenderete, un hombre encapuchado junto a ellos se apartó la tela sobre su cabeza.


—Pero bueno, Tremor, pensé que no nos íbamos a volver a ver —sonrió—. Osea que vais a la gran celebración.

Tashlan y el diablillo inclinaron a una la cabeza hacia un lado.

—¡Clavis! —Tremor abrazó al hombre—. ¡Amigo clérigo! —De nuevo, ruidosamente, los hombres chocaron sus palmas y se abrazaron dándose unos golpes en el hombro. Y, de nuevo, Mancha puso los ojos en blanco—. Con que tú también vas finalmente a la celebración que dan en la taberna de Trakar. ¿Cómo es que no nos lo dijiste cuando nos encontraste malheridos en el camino? Te habríamos pagado el viaje encantados. Si no llega a ser por tu ayuda…

—Bueno, en ese momento no tenía idea de si ir o no, la verdad —se encogió de hombros y siguió hablando de manera serena y resuelta—. A raíz de hablar con vosotros fui prestando atención y dándome cuenta de que estaba todo lleno de carteles. Vine aquí porque era la ciudad más cercana y tenía intención de coger provisiones y seguir mi camino. Estoy siguiendo el rastro de un pistolero llamado Kenzie, ¿lo conocéis? Bueno, es igual. Enseguida escuché proclamas sobre la fiesta por el cincuentenario del negocio del imbatible pandillero y claro, cómo no, al final la curiosidad ha podido conmigo.

—Ejem… —dijo la voz que se sentaba sobre el hombro de Tashlan.

—¡Disculpad! Clavis —se apresuró a presentar Tremor—, estos son Tashlan y su diablillo. Vienen también a la taberna.

Clavis tendió la mano al drow, inclinó ligeramente la cabeza y el elfo le devolvió el saludo estrechando su mano, de nuevo, de manera ruidosa.

—Desde luego, cosa de varones —comentó Mancha en voz baja.

Tras comprar los dulces, siguieron su camino. Cuanto más se acercaban a la taberna, más bullicio había y mayor era la aglomeración de gente. Comentaron que les parecía un buen indicador de que la fiesta iba a ser grande.

—Por cierto, Tremor, ¿qué sabéis vosotros de Trakar? ¿Es la primera vez que vais a su taberna?

—Sí. Mancha y yo no hemos tenido el placer de conocerlo en persona —contestó el convocador al clérigo—, pero hay una barda de otro plano que, con sus canciones, hace que den muchas ganas de saber de él.

—Sí —comentó Tashlan—, yo también he escuchado las canciones de esa barda y también los cuentos.

—Incluso se han hecho representaciones teatrales, ¿las habéis visto? —comentó Mancha.

—La verdad es que no. Yo soy más de tabernas —dijo el elfo—. ¿Creéis que estaba enamorada de él y por eso no paraba de cantar y hacer tantas alabanzas?

—Para nada —añadió Mancha—. En mi plano, además de las canciones sobre Trakar, han llegado canciones de otros compañeros de la artista. Y, por lo que he escuchado, todo apunta a que lo que se cuenta y destaca es verdad, incluso puede ser que esa barba se haya quedado algo corta.

—Es bueno saber que hay más héroes por ahí sueltos y que el peso del mundo no recae sobre nuestros ya no tan jóvenes hombros, ¿eh, compañero? —añadió socarronamente Tremor sabiendo que iba a provocar que Mancha volviese a fruncir el ceño—. Bueno, Clavis, si tú tampoco sabes nada de ese tal Trakar más que por las canciones…

Mientras el convocador estaba terminando la frase, sin poder darse cuenta de lo que pasaba, su hombro chocó contra algo que él no veía. Al instante se sobresaltó al darse cuenta de que había un hombre apostado contra la pared.

—Perdone, señor, no le había visto —se disculpó, sorprendiéndose a sí mismo de lo exageradamente educado que había sonado. Pero, al mismo tiempo, pensando que el hombre tenía un aura de carisma mayor aún que la suya propia.

—No te disculpes por eso —le dijo el sigiloso caballero con un guiño y tocándose la perilla—, eso que has dicho es un piropo para mí.

Con una inclinación de cabeza y algo extrañados siguieron su camino. Percatándose, al cabo de un rato, de que el hombre contra el que había chocado Tremor los seguía, Mancha se giró, se plantó sobre sus talones y, con su espíritu de guardián infranqueable, le dijo educada, pero seriamente:

—Señor, ¿nos acompaña? Vamos a la taberna de Trakar.

—Por supuesto que os acompaño. Tengo allí a toda mi tripulación —dijo y sonrió—. Nos vamos a reunir de nuevo aprovechando el cincuenta aniversario de la taberna más famosa de estos lares. Yo soy Shen, el capitán Shen.

—¿Como el capitán Shen? ¿El pirata? ¿El capitán de la flota de la que surgió el famoso niño rey pirata? —Le preguntó emocionado Clavis.

—Así es. Capitán de una flota pirata. Aunque eso fue en mis tiempos mozos. Como os decía, eso queda atrás. Hoy vamos a aprovechar para reunirnos porque ya no vamos por los mares de aventuras. Ahora, cada uno de nosotros estamos en Puerto Seguro —dijo guiñando un ojo adornado con una cicatriz y riéndose, probablemente, de una broma que solo entendía él.

—Entonces estará allí Kenzie el pistolero. Tengo entendido que es conocido suyo —siguió preguntando Clavis.

—Conocido… Bueno, nos hemos cruzado. Y no lo sé. Quién sabe —le dijo el antiguo pirata encogiendo los hombros—. Con él, nunca se puede adivinar. Hace lo que tiene que hacer, según su propio criterio.

—Entonces —dijo Tremor uniéndose a la conversación—, usted, capitán, sí conoce a Trakar.

—Por favor, no me llames de usted y no, no conozco Trakar en persona, pero tales son las leyendas que se cuentan sobre que llegó del Viejo Mundo que tenía ganas de conocerlo. 

—¿Tú también te has enterado por los carteles y las proclamas? —se unió Tashlan.

—No, lo más curioso es que se enteró una amiga mía druida que vive en una isla muy lejana, pero que está siempre pendiente de nosotros y de lo que pasa por aquí. Nos escribe cartas de vez en cuando y, en la última de ellas, nos propuso que podía ser una buena idea ir a la taberna de Trakar para así encontrarnos y contarnos las historias de todos estos años. 

—Así que ustedes se dirigen allí —dijo una voz a sus espaldas. Cuando se giraron, un hombre de aspecto elegante y misterioso se quitó el sombrero y continuó hablando—. Me uno a ustedes, caballeros, si no les importa.

—¡Pero menuda grata sorpresa, Herber Lloyd! ¡A sus pies!—dijo el capitán Shen haciendo una inclinación y dramatizando el saludo.

De nuevo, hubo un choque de manos que hizo que el ya perpetuo entrecejo fruncido de Mancha se acentuase. El pícaro presentó a su conocido al resto de hombres del grupo. Por lo visto, se enteró el eidolón, él no era el único que viajaba entre planos dado que parecía que el señor Lloyd tenía aún más experiencia, si cabía, que él mismo en este tipo de correrías.

—Y bien, Herbert, ¿qué te trae a ti en la taberna de Trakar? —le preguntó su amigo el antiguo capitán.

—¡¿Cómo que qué me trae a mí?! Lo mismo que a todos los que vamos a ir, imagino —, pero viendo que los demás se quedaban en silencio, continuó—. Se dice que Trakar ha tenido contacto con fuerzas oscuras. Que empezó siendo un pandillero, pero que se unió a un grupo diferente, dejó atrás las mafias y la extorsión y eso le llevó a encontrarse en círculos de personas muy versátiles en el uso de la magia. Por lo visto, ha tenido mucho contacto con diversos tipos de brujería, hechicería y artes misteriosas —y añadió hablando en voz baja—: incluso se dice que ha conocido la corrupción, signifique eso lo que signifique. En fin, se cuenta que, a quien vaya a la celebración del cincuenta aniversario de la cantina, se le hará entrega de dos obsequios.

—¿Dos obsequios? —dijo el diablillo interesado por primera vez en el humano.

—¡Ja! Fíjate, Tremor —dijo cínicamente Mancha—, qué interesante… Y eso que tú ibas solamente por la fiesta.

—Ni que eso te haya parecido poco otras veces cuando hemos salido con nuestros amigos y amigas…

—¿Y qué dos dones son esos? —preguntó el clérigo cortando la conversación del convocador y su eidolón.

—Uno de ellos —contestó Herbert—, es que tiene la capacidad de ver cuál es tu punto fuerte y hará que resaltes aún más en él. Más incluso que cuando estabas en el auge de la juventud entrenando y viviendo aventuras. Por lo visto, puede hacer que el paso de los años no se noten y que desaparezca toda la flaqueza en ese aspecto y consigas llegar a sentirte en tu mejor momento.

—Maravilloso —comentó Tashlan—, no me importaría volver a sentirme tan ágil en los conjuros y en las peleas como en los viejos tiempos.

—Y el otro don, ¿cuál es? — volvió a preguntar Clavis aún más emocionado.

—Por lo visto —le dijo el caballero—, tiene la capacidad de atisbar tu futuro, como si mirase por un agujerito. Dicen que le entrega un aspecto sobre su futuro a cada persona a la que estrecha la mano —Mancha volvió a poner los ojos en blanco, pero Herbert continuó—.  Dicen que puedes hacerle una pregunta y te contestará sin fallar.

En ese momento, todos al unísono guardaron silencio y se quedaron con actitud pensativa mientras siguieron caminando. Al girar la siguiente esquina, se encontraron de bruces con una taberna grande, muy grande; con unas paredes de una piedra gris maravillosamente esculpida, sueño de cualquier enano; con una puerta de una madera oscura de roble, con un hermoso barniz, una obra que habría dejado a cualquier artesano sin palabras; y unas ventanas con un hierro forjado de un hermoso azul oscuro adornadas con unas cortinas matizadas con un ganchillo que hicieron al grupo sentir como que estaban en casa.

Se miraron entre ellos y se pararon frente al edificio. Viendo la indecisión general, el diablillo abrió la puerta con un gesto.

El bullicio que había en el interior les sobrecogió, pero les hizo sacar a todos una sonrisa. Los dolores y las preocupaciones desaparecieron y, de repente, se olvidaron de que allí había dentro un hombre que podía ver el futuro y hacerles de nuevo fuertes en aquello en lo que habían destacado. Allí plantados simplemente desearon pasarlo bien, celebrar y festejar que estaban vivos.

Se dirigieron a sentarse en una mesa que encontraron vacía. Parecía como si alguien hubiese vaticinado que aparecerían por allí y resaltaba tanto en contraste con el mobiliario y el gentío que invadía el resto de la taberna que parecería que los asientos estaban reservados para ellos.

Cuando Tashlan levantó la mano para pedir una ronda de cervezas, un estrépito resonó en toda la taberna y un coro de risas lo acompañaron. Se giró y vio que ahí estaban sus amigos, sonriéndole y alborotando el pelo a la causante de ese estruendo.

—Bueno, señores, volveremos a vernos. Ahora marcho. Tengo gente a la que saludar —dijo sonriente. Se levantó y se fue acompañado de su diablillo. 

Casi el mismo tiempo que el drow abandonaba la mesa, alguien asaltó al capitán Shen por la espalda, rodeó sus hombros con sus largos y finos brazos y envolvió a todos con su olor a flores. Por la cara que puso Shen, todos tuvieron claro que él también se marchaba.

Con una gran sonrisa y frotándose la perilla, se levantó, inclinó la cabeza al resto de hombres y se fue con el brazo enganchado al de su amiga la elfa.

—No me acostumbro a verte siendo tan alta —le dijo burlón mientras se dirigían hacia el resto de amigos—, y mira que ya han pasado años desde tu reencarnación. 

En la mesa, los demás hombres y el eidolón habían comenzado a mirar por la sala, esperando que, al igual que Tashlan y Shen se habían encontrado con sus antiguos amigos, ellos también pudiesen hacerlo. Lo esperaban todos, menos Herbert.

—Clavis —le dijo el caballero—, ¿tú a quién querrías ver?

Como respuesta a los pensamientos del clérigo, un gran puño se descargó sobre su hombro y, cuando se giró, vio la imponente figura de su amiga la guerrera, coronada por sus ojos dorados y una gran sonrisa.

—¡Amiga! —la abrazó y se giró hacia Tremor, Mancha y Herbert—. Ha sido un placer.

—Bueno, Herbert, solo quedamos nosotros dos y tú. Parece que el viaje entre planos hace que cueste encontrarse con los amigos.

—Desde luego que el tipo de viaje que hago yo te deja sin amigos —comentó misteriosamente el caballero—, pero puedes quedarte con muchas aventuras y con conocer gente nueva, así que no me arrepiento de nada.

—A mí no me importaría sentirme otra vez un héroe —comentó cabizbajo Tremor—.

—Pues ya sabes —le animó Herbert—, en algún lado de la taberna encontrarás a Trakar y podrás pedírselo.

Tremor miró a Mancha y este le sostuvo la mirada con más dulzura de la que se podría esperar en una criatura tan monstruosa. El convocador sonrió y les dijo:

—La verdad, no necesito pedirle nada. Tengo una amiga que me dijo que podríamos vivir todas las aventuras que quisiese, que solo tenía que ir a buscarla —y, con expresión pensativa, como evocando su recuerdo añadió—: de hecho, me dijo que la próxima vez…

Antes de que pudiese seguir hablando, una hermosa mujer se teleportó a su lado.

—¿Qué hacéis aquí? Os he buscado por Korvosa y por mil planos más.

Tremor en respuesta, le dio un abrazo.

—Uy, a ti te pasa algo —ella le sonrió y le lanzó un beso a Mancha—. Bueno, ¿qué? Nos vamos de aventuras, ¿no? Ya te dije que la próxima vez te iría a buscar yo a ti. A vosotros.

—Sí, nos vamos —dijo el convocador levantándose. Fue a despedirse del caballero, pero no lo vio por ningún lado.

—¿Y qué hacíais aquí? —preguntó la hechicera.

—Tremor quería pedirle a un señor del Viejo Mundo volver a ser joven —dijo Mancha burlón.

—¿Qué tontería es esa? ¿Y perder tu carisma, tu fama y todo lo que nos une? Ni se te ocurra. Además, ¿quién va a ser más poderoso que nosotros?

—Más poderoso que tú, querida, solo soy yo —dijo el convocador fanfarroneando.

—Habrase visto. Vamos a ver si eso es verdad —le retó la mujer—. Pero mejor vamos fuera de la taberna. Paso de matar a nadie y que el clérigo del fuego nos regañe. Además, nos está esperando. Le diremos que haga de árbitro.

—Que te crees tú que nuestro amigo el clérigo que parece más hechicero que curandero se va a quedar mirando.

        —Entonces nos batiremos en duelo por turnos.

—Genial.

—Por cierto, Tremor.

—Dime.

—Feliz cumpleaños. No vuelvas a escaparte en tu día especial. Me gusta celebrarlo a tu lado.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Rebeldes del Infierno - 30 de Rova del 4715

Rebeldes del Infierno - 18 de Lamashan del 4715